Los generales de Atenas, pasando inmediatamente al ala derecha del campo, dan parte a Pausanias de lo que acababan de saber de boca de Alejandro. Conmovido con la nueva Pausanias, y atemorizado del valor de los persas propiamente tales, háblales así: —«Puesto que al rayar el alba ha de entrarse en acción, menester es que vosotros, oh atenienses, os vengáis a esta ala para apostaros enfrente de los persas mismos, y que pasemos los lacedemonios a la otra contra los beocios y demás griegos que allí teníais fronteros. Dígolo por lo siguiente: vosotros, por haberos antes medido en Maratón con esos persas, tenéis conocida su manera de pelear. Nosotros hasta aquí no hemos hecho la prueba ni experimentado en campo de batalla a esos hombres, pues ya sabéis que ningún espartano jamás midió ni quebró lanzas con medo alguno: con los beocios y tésalos sí que tenemos trabado conocimiento. Así que será preciso que toméis las armas y os vengáis a esta ala, pues nosotros vamos a pasar a la izquierda.» A lo cual contestaron los atenienses en estos términos: «Es verdad que nosotros desde el principio ya, cuando vimos a los persas apostados enfrente de vosotros, teníamos ánimo de indicaros lo mismo que os adelantáis ahora a prevenirnos; pero no osábamos, ignorando si la cosa sería de vuestro agrado. Ahora que vosotros nos lo ofrecéis los primeros, sabed que nos dais una agradable nueva, y que pronto vamos a hacer lo que de nosotros queréis.»