LII

Sobre este particular es preciso decir aquí que los lacedemonios, a pesar de todos los poetas, pretenden que no fueron los hijos de Aristodemo los que le condujeron al país que al presente poseen, sino que su conductor fue el mismo Aristodemo, siendo su rey al propio tiempo. Aristodemo, hijo de Aristómaco, nieto de Cleodeo y biznieto de Hillo, tenía por mujer a una señora llamada Argia, hija, según dicen, de Autesion, nieta de Tisamenes, biznieta de Tersandro y tataranieta de Polinices; y esta mujer, no mucho después de llegados al país, parió a Aristodemo dos gemelos. Aristodemo apenas los vio nacidos cuando murió de una enfermedad. En aquella época los lacedemonios, conformándose con sus leyes o costumbres, decretaron que fuera rey el mayor de dichos gemelos; pero como les veían a entrambos tan parecidos o iguales en todo, no pudiendo por sí mismos averiguar cuál de los dos fuese el primogénito, para salir de la duda lo preguntaron entonces a la madre que los había parido, o quizá antes ya se lo habían preguntado. Ella, aunque bien lo sabía, sin embargo, con la mira de hacer que fueran reyes los dos gemelos, afirmábase en asegurarles que ni ella misma podía absolutamente decir cuál de los dos niños fuese el mayor. Los lacedemonios, metidos en aquella confusión, enviaron su consulta a Delfos para salir de duda e incertidumbre. La Pitia les dio por respuesta que a entrambos los tuvieran por reyes, dando empero la preferencia al mayor de los gemelos. Con este oráculo de la Pitia quedaron los lacedemonios tan confusos corno antes, no hallando la manera de averiguar cuál de los niños fuese el que primero había nacido. Mas un tal Panites, que este era su nombre, natural de Messena, sugirió entonces a los lacedemonios un buen medio para salir de duda, a saber: avisarles que fuesen observando cuál de los gemelos fuese siempre el primero a quien limpiara y diera la teta la madre que los había parido; y si notaban que ella constante en esto nunca variase, no les quedaba ya más que hacer ni averiguar a fin de saber lo que pretendían; pero que si la madre fuese en ello alternando, se cercioraran de que ni la misma madre que parió a los mellizos les distinguía ni acababa de conocerles, y en tal caso les sería preciso tomar otro rumbo para salir de duda. Gobernados los espartanos por el aviso del Mesenio, pusiéronse muy de propósito a observar lo que hacía la madre con los hijos de Aristodemo, y sin que ella entendiera a qué fin la iban observando, vieron cómo siempre, así en alimento como en el aseo, daba el primer lugar a uno de los niños, que era el mayor de sus hijos. Con estas luces toman los lacedemonios al gemelo a quien la madre prefería, del todo persuadidos que era el primogénito, y mandándole criar y educar por cuenta del estado, le pusieron por nombre Eurístenes, llamando Procles al otro menor. De estos dos niños cuentan que por más que fuesen gemelos, llegados a la mayor edad, nunca fueron buenos hermanos, sino émulos entre sí y contrarios sempiternos, en lo que les imitaron siempre sus descendientes.

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