V

Luego que sucedió en Sardes esta novedad, viendo Histieo desvanecidas sus esperanzas, logró de los de Quío con sus ruegos e instancias que le llevasen a Mileto. Los Milesios, que con particular gusto y satisfacción poco antes se habían visto libres de Aristágoras, estaban muy ajenos a la sazón de recibir en casa y de voluntad propia a ningún otro señor, mayormente después de haber gustado lo dulce y sabroso de la libertad. Habiendo, pues, Histieo intentado entrar de noche y a viva fuerza en Mileto, salió herido en un muslo de mano de un Milesio, sin lograr el objeto de su tentativa. Echado de su ciudad este antiguo señor, da la vuelta a Quío, de donde no pudiendo inducir a aquellos naturales a que le confiasen sus fuerzas de mar, pasó a Mitilene, y allí pudo lograr de los lesbios que le dieran su armada. Llevando, pues, estos a bordo a Histieo, fuéronse hacia Bizancio con ocho galeras bien tripuladas y armadas. Apostados con sus naves en aquel estrecho, íbanse apoderando de cuantas embarcaciones venían del Ponto, si no se declaraban de su voluntad prontas a seguir el partido de Histieo.

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