Partidos los dos generales de la presencia del rey y llegados al campo Alcio en Cilicia, conduciendo un grueso ejército bien apercibido y abastecido de todo, asentaron allí sus reales en tanto que acababa de juntarse toda la armada naval, cuyo contingente se habla antes distribuido y exigido a cada ciudad marítima, como también el convoy de las naves destinadas al transporte de la caballería, las que un año antes había mandado Darío que lo tuviesen a punto sus vasallos tributarios. Luego que en las costas estuvieron aprontadas las naves, embarcando la caballería y tomando la infantería a bordo del convoy, hiciéronse a la vela navegando con seiscientas galeras hacia la Jonia. Desde allí no siguieron su rumbo costeando la tierra firme y tirando en derechura hacia el Helesponto y la Tracia, sino que salidos de Samos, tomaron la derrota por cerca del Icario, pasando entre aquellas islas circunvecinas. El miedo que les causaba el promontorio Atos, difícil de doblar, hizo, según creo, que siguieran aquel nuevo curso, por cuanto el año anterior, siguiendo por él su rumbo, habían allí experimentado un gran infortunio y naufragio; a lo cual les precisaba además la isla de Naxos, no domada todavía por los persas.