XLVIII

Los tasios, pues, en fuerza de aquella real orden, demolidas sus mismas fortificaciones, pasaron todas sus naves a Abdera. Tomada dicha providencia, como Darío quisiese tomar el pulso a los griegos y ver si se hallaban en ánimo de guerrear contra él o de entregarse más bien a su dominio, despachó hacia las ciudades de Grecia sus respectivos heraldos encargados de exigirles la obediencia para el rey con pedirles la tierra y el agua. Al mismo tiempo envió orden a las ciudades marítimas de sus dominios que construyesen naves largas para la guerra, y, otras asimismo de carga para el transporte de la caballería.

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