CCXXXIX

Volveré ahora a tomar el hilo de la historia que dejé algo atrás. Los lacedemonios fueron los primeros que tuvieron aviso de que el rey disponía una expedición contra la Grecia, lo que les movió a enviar su consulta al oráculo de Delfos, de donde les vino la respuesta poco antes mencionada. Bien creído tengo, y me parece que no sin mucha razón, no sería muy amigo ni apasionado de los lacedemonios Demarato, hijo de Ariston, que fugitivo de los suyos se había refugiado entre los medos, aunque de lo que él hizo, según voy a decir, podrán todos conjeturar si obraba por el bien que les quisiese o por el deseo que de insultarles tenía. Lo que en efecto hizo Demarato, presente en Susa, cuando resolvió Jerjes la jornada contra la Grecia, fue procurar que llegase la cosa a noticia de los lacedemonios; y por cuanto corría el peligro de ser interceptado el aviso, ni tenía otro medio para comunicárselo, valióse del siguiente artificio: Tomó un cuadernillo de dos hojas o tablillas; rayó bien la cera que las cubría, y en la madera misma grabó con letras la resolución del rey. Hecho esto, volvió a cubrir con cera regular las letras grabadas, para que el portador de un cuadernillo en blanco no fuera molestado de los guardas de los caminos. Llegado ya el correo a Lacedemonia, no podían dar en el misterio los mismos de la ciudad, hasta tanto que Gorgo, hija que era de Cleomenes y esposa de Leonidas, fue la que les sugirió, según oigo decir, que rayesen la cera, habiendo ella maliciado que hallarían escrita la carta en la misma madera. Creyéronla ellos, y hallada la carta y leída, enviáronla los demás griegos.

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