Viéndose ya Gelón dueño de Siracusa, empezó a contar menos con Gela, que tenía bajo su dominio, el que encargó a su hermano Hieron, quedándose con el mando de aquella, poniendo en ella toda su afición, sin haber para él otra cosa que Siracusa. Con este favor del soberano, se vio desde luego crecer la ciudad y subir como la espuma, y así pasando a ella todos los vecinos de Camarina, a los que arruinó, dándoles la naturaleza y derechos de Siracusanos, como por haber practicado otro tanto con más de la mitad de los moradores de Gela. Hizo más aun, pues habiéndosele entregado los megarenses, colonos en Sicilia a quienes tenían sitiados, entresacó los más ricos, que por haber sido los motores de la guerra contra él mismo temían de él su ruina y muerte, y lejos de castigarles, trasladándolos a Siracusa, los alistó por sus ciudadanos. No lo hizo empero así con el bajo pueblo de los megarenses, al cual, trasportado a Siracusa, por más que no tuviese culpa alguna en aquella guerra, ni temiese en nada del vencedor, vendió Gelón por esclavo, con la expresa condición de que hubiese de ser sacado de Sicilia, tomando entrambas resoluciones la máxima en que estaba de que el pueblo bajo era malo para vecino.