CXCIV

Pero sucedió que quince naves de la misma que se habían quedado muy atrás en la retaguardia, como viesen las de los griegos que estaban en Artemisio, y creyesen aquellos bárbaros que serían de las suyas, fuéronse hacia ellas y dieron en manos de los enemigos. Era el comandante Sandoces, hijo de Tamasio y gobernador de Cima la Eólida, a quien siendo uno de los jueces regios, había el rey Darío condenado antes a muerte de cruz, convencido del grave delito de haberse dejado cohechar con dinero en una causa que sentenció. Pendiente ya en la cruz el reo juez, mirando en ello Darío, halló que eran mayores los servicios hechos a la casa real por aquel ministro que los delitos cometidos; y parte por esto, parte por conocer que él mismo había obrado en aquello con más precipitación que acuerdo, le soltó y dio por libre. Así escapó con la vida de las manos del rey; pero, entonces, dando por mar en las de los griegos, no había de tener la dicha de escapar segunda vez, porque viéndoles navegar los griegos hacia ellos, entendido luego el error y equivocación en que estaban, saliéndoles al encuentro, fácilmente los apresaron.

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