CXLVIII

Los griegos confederados contra el persa, después de vueltos ya los exploradores, enviaron segunda vez embajadores a Argos. Cuentan los argivos, que supieron desde el principio los Preparativos del bárbaro contra la Grecia, y como entendiesen y tuviesen por seguro que los griegos les convidarían a la alianza contra el persa, enviaron a Delfos diputados para saber del oráculo qué era lo que mejor les estaría en aquellas circunstancias; que el motivo que a ello les impulsó fue ver que acababan de perder seis mil ciudadanos que habían perecido a manos de los lacedemonios capitaneados por Cleomenes, hijo de Anaxandrides; y que la Pitia dio esta respuesta a sus consultores: —«¡Oh! tú, odiado de tus vecinos, querido del alto cielo, quédate cauto dentro tu recinto; guarda bien tu cabeza que ha de salvar tu cuerpo.» Tal fue la respuesta que les dio la Pitia, según después los diputados a su regreso entrados en el Senado les dieron cuenta de las órdenes que de allá traían; y con todo respondieron los de Argos a la propuesta hecha por los griegos, que entrarían en la liga con dos condiciones: una la de hacer la paz por treinta años con los lacedemonios; otra que se les diera por mitad el imperio de todo el ejército aliado, pues por más que en todo rigor de justicia les tocase el imperio total de las tropas, con todo se contentaban con solo la mitad del mando.

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