Hecha la repartición de la presa, tomaron los griegos su rumbo hacia el istmo para dar la palma de la victoria al griego que más se hubiese señalado en aquella guerra. Llegados allá los generales de la armada naval, fueron dejando sus votos por escrito encima del ara de Neptuno, en los cuales declaraban su parecer sobre quién merecía el primero y quién el segundo premio. Cada uno de los generales dábase allí el voto a sí mismo, como al que mejor se había portado en la batalla; pero muchos concordaban en que a Temístocles se le debía en segundo lugar aquella victoria; de suerte que no llevando nadie sino un solo voto, y este el propio suyo, para el primer premio, Temístocles para el segundo era en la votación superior en mucho a los demás.