Entonces fue cuando vinieron a hallarse casualmente dos naves griegas, la una de Temístocles, que daba caza a una Persiana, y la otra la del egineta Policrito, hijo de Crio, que había aferrado con otra galera sidonia. Era ésta cabalmente la misma que había tomado la nave de Egina antes apostada de guardia en Siciato, en la que iba aquel Piteas, hijo de Isqueno, a quien estando hecho una criba de heridas mantenían todavía los persas, pasmados de su valor, a bordo de su galera; pero ésta fue tomada con toda su tripulación cuando llevaba a Piteas, con lo cual recobró éste la libertad vuelto a Egina. Como decía, pues, luego que vio Policrito la nave ática y conoció por su insignia que era la capitana, llamando en voz alta a Temístocles le zumbó con la sospecha que de los eginetas había corrido, como si ellos siguieran el partido de los medos. Hizo Policrito esta zumba de Temístocles en el momento mismo de embestir con la galera sidonia.