XLI

Así que, retiradas las otras escuadras a Salamina y vueltos a su patria los atenienses, luego de llegados mandaron publicar un bando, para que «cada ciudadano salvase como pudiese a sus hijos y familia,» en fuerza del cual los más enviaron los suyos a Trecena, otros a Egina y algunos a Salamina: y en esto de pasar y poner en seguridad a sus gentes, dábanse mucha prisa por dos motivos: el uno por deseo de obedecer al oráculo recibido, y el otro, nada inferior, por lo que voy a decir. Cuéntase entre los atenienses que una gran serpiente tiene su morada en el templo de Minerva como guarda de su ciudadela; y no solamente se cuenta así, sino que mensualmente le ponen allí su comida, como si en realidad existiera, y consiste su ración mensual en una torta con miel. Sucedió, pues, que dicha torta, que siempre en los tiempos atrás se hallaba comida, entonces apareció intacta; y como la sacerdotisa de Minerva diese de ello aviso, éste fue un motivo más para que los atenienses con mayor empeño y prontitud dejasen su ciudad, como si la diosa tutelar la hubiese ya desamparado. Transportadas, pues, todas sus cosas, hiciéronse a la vela para ir a juntarse con la otra armada en sus reales.

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