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Que esto tiene, que hay más o menos; y así se da a entender como la fuerza que tiene el amor: si es poco, se da a entender poco; y si es mucho, mucho; mas, poco o mucho, como haya amor de Dios, siempre se entiende.

4. Mas de lo que ahora tratamos más, que es de los engaños e ilusiones que hace el demonio a los contemplativos, no hay poco: siempre es el amor mucho -o ellos no serán contemplativos-, y así se da a entender mucho y de muchas maneras. Es fuego grande: no puede sino dar gran resplandor. Y si esto no hay, anden con gran recelo, crean que tienen bien que temer, procuren entender qué es, hagan oraciones, anden con humildad y supliquen al Señor no los traiga en tentación; que, cierto, a no haber esta señal, yo temo que andamos en ella. Mas, andando con humildad, procurando saber la verdad, sujetas al confesor y tratando con él con verdad y llaneza, que, como está dicho, con lo que el demonio os pensare dar la muerte, os da la vida, aunque más cocos e ilusiones os quiera hacer.

5. Mas si sentís este amor de Dios que tengo dicho y el temor que ahora diré, andad alegres y quietas; que por haceros turbar el alma para que no goce tan grandes bienes, os pondrá el demonio mil temores falsos y hará que otros os los pongan; porque, ya que no puede ganaros, al menos procura hacernos algo perder y que pierdan los que pudieran ganar mucho, creyendo son de Dios las mercedes que hace tan grandes a una criatura tan ruin, y que es posible hacerlas, que parece algunas veces tenemos olvidadas sus misericordias antiguas.

6. ¿Pensáis que le importa poco al demonio poner estos temores?

No, sino mucho, porque hace dos daños: el uno, que atemoriza a los que lo oyen de llegarse a la oración, pensando han también de ser engañados; el otro, que se llegarían muchos más a Dios, viendo que es tan bueno -como he dicho-, que es posible comunicarse ahora tanto con los pecadores. Les pone codicia, y tienen razón, que yo conozco algunas personas que esto los animó y comenzaron oración, y en poco tiempo salieron verdaderos, haciéndolos el Señor grandes mercedes.

7. Así que, hermanas, cuando entre vosotras viereis hay alguna que el Señor las haga, alabad mucho al Señor por ello, y no por eso penséis 146

está segura, antes ayudadla con más oración; porque nadie lo puede estar mientras vive y anda engolfado en los peligros de este mar tempestuoso.

Así que no dejaréis de entender este amor adonde está, ni sé cómo se pueda encubrir. Pues si amamos acá a las criaturas, dicen ser imposible y que mientras más hacen por encubrirlo más se descubre, siendo cosa tan baja que no merece nombre de amor, porque se funda en nonada, ¿y se había de poder encubrir un amor tan fuerte, tan justo, que siempre va creciendo, que no ve cosa para dejar de amar, fundado sobre tal cimiento como es ser pagado con otro amor, que ya no puede dudar de él por estar mostrado tan al descubierto, con tan grandes dolores y trabajos y derramamiento de sangre, hasta perder la vida, porque no nos quedase ninguna duda de este amor? ¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan diferente debe ser el un amor del otro a quien lo ha probado!

8. Plega a Su Majestad nos le dé antes que nos saque de esta vida, porque será gran cosa a la hora de la muerte ver que vamos a ser juzgadas de quien hemos amado sobre todas las cosas. Seguras podremos ir con el pleito de nuestras deudas; no será ir a tierra extraña, sino propia, pues es a la de quien tanto amamos y nos ama. Acordaos, hijas mías, aquí de la ganancia que trae este amor consigo y de la pérdida en no tenerle, que nos pone en manos del tentador, en manos tan crueles, manos tan enemigas de todo bien y tan amigas de todo mal.

9. ¿Qué será de la pobre alma, que, acabada de salir de tales dolores y trabajos, como son los de la muerte, cae luego en ellas? ¡Qué mal descanso le viene!; ¡qué despedazada irá al infierno!; ¡qué multitud de serpientes de diferentes maneras!; ¡qué temeroso lugar!; ¡qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada -que son los que más deben de ir allá-, pues posada de para siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma? Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aquí; todo es una noche la mala posada. Alabemos a Dios; esforcémonos a hacer penitencia en esta vida. Mas ¡qué dulce será la muerte de quien de todos sus pecados la tiene hecha y no ha de ir al purgatorio! ¡Cómo 147

desde acá aun podrá ser comience a gozar de la gloria! No verá en sí temor, sino toda paz.

10. Ya que no lleguemos a esto, hermanas, supliquemos a Dios, si vamos a recibir luego penas, sea adonde con esperanza de salir de ellas las llevemos de buena gana, y adonde no perdamos su amistad y gracia, y que nos la dé en esta vida para no andar en tentación sin que lo entendamos.

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