4. Creed, hermanas, que sirviéndole vosotras como debéis, que no hallaréis mejores deudos que los que Su Majestad os enviare; yo sé que es así, y puestas en esto -como lo vais- y entendiendo que en hacer otra cosa faltáis al verdadero amigo y Esposo vuestro, creed que muy en breve ganaréis esta libertad; y que de los que por sólo Él os quisieren, podéis fiar más que de todos vuestros deudos, y que no os faltarán; y en quien no pensáis hallaréis padres y hermanos. Porque como éstos pretenden la paga de Dios, hacen por nosotras; los que la pretenden de nosotras, como nos ven pobres y que en nada les podemos aprovechar, cánsanse presto. Y aunque esto no sea en general, es lo más usado ahora en el mundo; porque, en fin, es mundo. Quien dijere otra cosa y que es virtud hacerla, no los creáis; que si dijese todo el daño que trae consigo, me había de alargar mucho; y porque otros, que saben lo que dicen mejor, han escrito en esto, baste lo dicho. Me parece que, pues con ser tan imperfecta lo he entendido tanto, ¿qué harán los que son perfectos?
5. Todo este decirnos que huyamos del mundo, que nos aconsejan los Santos, claro está que es bueno. Pues creedme que lo que -como he dicho- más se apega de él son los deudos y más malo de desapegar. Por eso, hacen bien los que huyen de sus tierras, si les vale, digo; que no creo va en huir el cuerpo, sino en que determinadamente se abrace el alma con el buen Jesús, Señor nuestro, que como allí lo halla todo, lo olvida todo; aunque ayuda es apartamos muy grande, hasta que ya tengamos conocida esta verdad, que después podrá ser quiera el Señor, por darnos cruz en lo que solíamos tener gusto, que tratemos con ellos.
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