Capítulo 18

Que prosigue en la misma materia y dice cuánto mayores son los trabajos de los contemplativos que de los activos.

Es de mucha consolación para ellos

1. Pues yo os digo, hijas, a las que no lleva Dios por este camino, que a lo que he visto y entendido de los que van por él, que no llevan la cruz más liviana y que os espantaríais por las vías y maneras que las da Dios. Yo sé de unos y de otros, y sé claro que son intolerables los trabajos que Dios da a los contemplativos, y son de tal suerte que, si no les diese aquel manjar de gustos, no se podrían sufrir. Y está claro que

-pues lo es que a los que Dios mucho quiere lleva por camino de trabajos, y mientras más los ama, mayores- no hay por qué creer que tiene aborrecidos los contemplativos, pues por su boca los alaba y tiene por amigos.

2. Pues creer que admite a su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos es disparate. Tengo por muy cierto se los da Dios mucho mayores; y así como los lleva por camino barrancoso y áspero -y a las veces que les parece se pierden y han de comenzar de nuevo a tornarle a andar-, que así ha menester Su Majestad darles mantenimiento, y no de agua, sino de vino, para que, emborrachados, no entiendan lo que pasan y lo puedan sufrir. Y así, pocos veo verdaderos contemplativos que no los vea animosos y determinados a padecer; que lo primero que hace el Señor, si son flacos, es ponerles ánimo y hacerlos que no teman trabajos.

3. Creo piensan los de la vida activa, por un poquito que los ven regalados, que no hay más que aquello. Pues yo digo que por ventura un día de los que pasan no los pudieseis sufrir. Así que el Señor, como conoce a todos para lo que son, da a cada uno su oficio, el que más ve conviene a su alma y al mismo Señor y al bien de los prójimos; y como no quede por no haberos dispuesto, no hayáis miedo se pierda vuestro trabajo.

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