Capítulo 38

Que trata de la gran necesidad que tenemos de suplicar al Padre Eterno nos conceda lo que pedimos en estas palabras: Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo, y declara algunas tentaciones. Es de notar 1. Grandes cosas tenemos aquí, hermanas, que pensar y que entender, pues lo pedimos. Ahora mirad que tengo por muy cierto los que llegan a la perfección que no piden al Señor los libre de los trabajos ni de las tentaciones ni persecuciones y peleas; que éste es otro efecto muy cierto y grande de ser espíritu del Señor, y no ilusión, la contemplación y mercedes que Su Majestad les diere; porque -como poco ha dije- antes los desean y los piden y los aman. Son como los soldados, que están más contentos cuando hay más guerra, porque esperan salir con más ganancia; si no la hay, sirven con su sueldo, mas ven que no pueden medrar mucho.

2. Creed, hermanas, que los soldados de Cristo, que son los que tienen contemplación y tratan de oración, no ven la hora que pelear; nunca temen mucho enemigos públicos; ya los conocen y saben que, con la fuerza que en ellos pone el Señor, no tienen fuerza, y que siempre quedan vencedores y con gran ganancia; nunca los vuelven el rostro. Los que temen -y es razón teman y siempre pidan los libre el Señor de ellos- son unos enemigos que hay traidores, unos demonios que se transfiguran en ángel de luz; vienen disfrazados. Hasta que han hecho mucho daño en el alma no se dejan conocer, sino que nos andan bebiendo la sangre y acabando las virtudes, y andamos en la misma tentación y no lo entendemos. De éstos pidamos, hijas, y supliquemos muchas veces en el Paternóster que nos libre el Señor y que no consienta andemos en tentación; que no nos traigan engañadas, que se descubra la ponzoña, que no os escondan la luz y la verdad. ¡Oh, con cuánta razón nos enseña nuestro buen Maestro a pedir esto y lo pide por nosotros!

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