Torna a la materia que comenzó del amor perfecto 1. Harto me he divertido, mas importa tanto lo que queda dicho, que quien lo entendiere no me culpará. Tornemos ahora al amor que es bien y lícito nos tengamos; del que digo es puro espiritual. No sé si sé lo que me digo; al menos me parece no es menester mucho hablar en él, porque le tienen pocos. A quien el Señor se le hubiere dado, alábele mucho, porque debe ser de grandísima perfección; en fin, quiero tratar algo de él. Por ventura hará algún provecho, que poniéndonos delante de los ojos la virtud, se aficiona a ella quien la desea y pretende ganar.
2. Plega a Dios yo sepa entenderle, cuanto más decirle, que ni creo sé cuál es espiritual, ni cuando se mezcla sensual, ni sé cómo me pongo a hablar en ello. Es como quien oye hablar de lejos, que no entiende lo que dicen; así soy yo, que algunas veces no debo entender lo que digo y quiere el Señor sea bien dicho; si otras fuere dislate, es lo más natural a mí no acertar en nada.
3. Me parece ahora a mí que cuando una persona la ha llegado Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura -esto visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo-, o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dar a ser enseñado de Él en la oración, o a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí.
4. Podrá ser, hermanas, que os parezca tratar en esto impertinente y que digáis que estas cosas que he dicho ya todas las sabéis. Plega al Señor sea así que lo sepáis de la manera que hace al caso, imprimido en las entrañas; pues si lo sabéis, veréis que no miento en decir que a quien el Señor llega aquí tiene este amor.