Crisipo

1. Crisipo, hijo de Apolonio, solense, o bien tarsense según Alejandro en las Sucesiones, fue discípulo de Cleantes. Al principio se adiestraba en el manejo de la lanza; después oyó a Zenón, o según Diocles y otros a Cleantes, de quien se apartó viviendo todavía. No fue un filósofo vulgar, sino varón ingenioso y agudísimo en todo; tanto, que en muchas cosas sintió contra Zenón, y aun contra Cleantes, a quien solía decir que «sólo necesitaba saber sus dogmas, pues él hallaría luego las demostraciones». Sin embargo, siempre que le contradecía se arrepentía de manera que solía decir:

Nací en todo feliz sino en Cleantes:
Seguramente en él no soy dichoso.

Fue tan gran dialéctico, que muchos eran de sentir que si la Dialéctica estuviese entre los dioses, no sería otra que la de Crisipo.

2. Siendo como era un hombre llenísimo en todas las cosas, con todo eso no fue muy elegante en el decir. Fue laboriosísimo sobre todos los otros, como consta por sus libros, que son en número de 705. La causa de ser tantos es haber tratado unos mismos dogmas repetidas veces, escribiendo cuanto le ocurría y corrigiéndose mil veces; de manera que habiendo una vez injerido en uno de sus escritos poco menos que toda la Medea de Eurípides, como uno tuviese este escrito en la mano y otro le preguntase qué contenía, respondió: «La Medea de Crisipo». y Apolodoro Ateniense, en su Colección de dogmas, queriendo probar que los escritos de Epicuro, siendo trabajados de caudal propio y sin auxilio ajeno, eran muchísimos más que los de Crisipo, lo dijo por estas palabras: «Si quitamos de los libros de Crisipo las cosas ajenas que contienen, quedarán las hojas en blanco». Son palabras de Apolodoro. Una vieja que vivía con él decía, según refiere Diocles, que escribía diariamente 500 versículos.

3. Hecatón dice que se dio a la filosofía habiéndole sido confiscado su patrimonio. Era muy pequeño de cuerpo, como demuestra su estatua que está en el Cerámico, a la cual cubre casi del todo la ecuestre contigua a ella; por esta razón Cernéades lo llamaba Κρΰψιππον (Crupsippon) (552). Como uno le objetase que no frecuentaba la escuela de Aristón en compañía de tantos otros, dijo: «Si yo atendiera a muchos, ciertamente no filosofaría». A un dialéctico que enredaba con argumentos y sofisma s a Cleantes, le dijo: «Deja ya de apartar de cosas gravísimas a un varón anciano, y propónnos a nosotros jóvenes esas cosas». También, como uno estando a solas con él conferenciase modestamente, y luego que vio venir gentes comenzase a contender con desentono, le dijo:

¡Qué es esto, hermano mío!
Todo el semblante conturbado tienes.
Para bien discurrir, la rabia deja.

En sus vinolencias se estaba quieto, moviendo solamente las piernas; así, que solía decir su dueña que de Crisipo no se embriagaba otra cosa que las piernas.

4. Sentía de sí tan altamente, que preguntándole uno a quién encargaría un hijo suyo, respondió; «A mí; pues si supiese yo que alguno me excede, me iría a estudiar con él». Por esto dicen que se le aplicaba lo siguiente:

Éste es sólo quien sabe:
Los demás son tan vanos como sombra.

Y también:

Si no hubiera Crisipo,
seguramente pórtico no hubiera.

Finalmente, venidos a la Academia Arcesilao y Lacidas, se unió a filosofar con ellos, como dice Soción en el libro VIII; por cuya causa emprendió a disputar contra la costumbre, y aun por ella; como también de las magnitudes y multitudes, usando la misma vehemencia que los académicos. Hermipo dice que estando Crisipo filosofando en el Odeo lo llamaron sus discípulos al sacrificio, y habiendo bebido allí mucho vino dulce y dádole vahídos de cabeza, murió al quinto día, a los setenta y tres años de edad, en la Olimpíada CXLIII. Mis versos a él son:

Bebió excesivamente,
y vértigos le dieron a Crisipo
con que olvidó su pórtico, su patria,
y hasta su misma vida,
por irse luego a la mansión oscura.

Algunos dicen que murió de risa, pues habiéndosele comido un asno ciertos higos, dijo a su vieja le diese de beber vino generoso detrás de los higos; y así, suelto en carcajadas, murió.

5. Parece fue hombre muy soberbio y despreciador; pues habiendo escrito tantas obras, ninguna dedicó a rey alguno. Contentábase sólo con su viejecita, como dice también Demetrio en sus Colombroños. Habiendo Tolomeo escrito a Cleantes que se viniese a estar con él o le enviase alguno, anduvo Esfero, no habiendo querido ir Crisipo. El mismo Demetrio escribe que Crisipo fue el primero que tuvo valor para poner escuela al descubierto en el Liceo, haciendo venir a Aristocreón y a Filócrates, hijos de su hermana, y juntando auditorio.

6. Hubo otro Crisipo natural de Gnido, médico de profesión, de quien confiesa haber aprendido mucho el mismo Erasístrato. Otro, hijo de éste, médico de Tolomeo, el cual, acusado calumniosamente, fue azotado y muerto en suplicio. Otro hubo discípulo de Erasístrato, y aun otro, que escribió de agricultura.

7. Nuestro filósofo solía hacer estos argumentillos: «Quien manifiesta los misterios a los no iniciados, es impío; atqui, el Hierofanta los manifiesta a los no iniciados: luego el Hierofanta (553) es impío. Lo que no está en la ciudad, tampoco está en la casa; atqui, el pozo no está en la ciudad: luego ni en la casa». Asimismo: «Si en un lugar hay una cabeza, no la tienes tú; atqui, hay tal cabeza que tú no tienes: luego tú no tienes cabeza». Otro: «Si uno está en Megara, no está en Atenas; atqui, hay un hombre en Megara: luego no hay un hombre en Atenas». También: «Si dices algo, ello pasa por tu boca; atqui, dices carro: luego un carro pasa por tu boca». Y asimismo: «Si no perdiste una cosa, la tienes; atqui, no perdiste los cuernos: luego los tienes». Algunos atribuyen esto a Eubilides.

8. Hay quien culpe a Crisipo de haber escrito muchas cosas torpes y obscenamente, pues en el libro que compuso De los filósofos antiguos finge torpemente cuanto escribe de Juno y Júpiter, diciendo en 600 versos lo que si no uno de boca impura, nadie hubiera dicho. Fingió, dicen, esta obscenísima historia; y aunque la aplica a las cosas naturales, es más propia para meretrices que para dioses. No hicieron mención de ella los que compusieron tablas; no la trae Polemón, no Hipsicrates, ni menos Antígono, sino que Crisipo se la fingió toda. En su libro De política admite matrimonio (554) entre madres e hijos y entre hijas y padres. Lo mismo trae al principio de su libro titulado De las cosas no apetecibles por ellas mismas. En el libro III Del derecho, que contiene hasta mil versos, quiere se coman las carnes de los difuntos. En el II De la vida y sus medios dice «se ha de procurar el modo de que el sabio los tenga». ¿Y para qué uso? «Si es, dice, para vivir, el vivir es indiferente; si es para el deleite, también éste es indiferente; y si para la virtud, ella le basta para la felicidad. Son, sin duda, ridículos estos haberes o lujo, pues si vienen de mano de rey, será fuerza habérsele humillado; si vienen de amistad, será venal en la intelección; y si provienen de sabiduría, será sabiduría necesaria».

9. Y por cuanto sus libros son celebérrimos, me ha parecido formar aquí lista de ellos por clases. De los pertenecientes a lógica, y señaladamente tesis o conclusiones, con su Lógica y Consideraciones del filósofo; Definiciones dialécticas a Metrodoro; seis libros, uno dirigido a Zenón Acerca de los nombres que usa la dialéctica, y cuatro a Dioscórides De conexiones probables.

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