Menedemo

1. Menedemo fue discípulo de Caloto Lampsaceno. Dióse a la superstición en tanto extremo que, según Hipoboto, iba por las calles vestido de Furia, y diciendo que «venía del infierno a observar a los pecadores, para luego bajar allá y contárselo a los demonios». Su vestido era una túnica talar de color oscuro, ceñida con una zona encarnada; en la cabeza un casquete arcádico, que tenía bordados o tejidos los doce signos; coturnos trágicos, barba larguísima y con un báculo de fresno en la mano.

2. Hasta aquí las Vidas de los cínicos en particular: pondremos en común ahora sus dogmas, pues yo juzgo que ésta secta fue filosófica y no, como quieren algunos, cierto modo de vida. Son, pues, de sentir los cínicos que se deben quitar de la filosofía los tratados lógicos y físicos (y en esto no difieren de Aristón Quío), empleándose sólo en la moral: lo cual unos lo atribuyen a Sócrates, y Diocles a Diógenes, afirmando que éste dijo debemos inquirir qué se hace malo o bueno en nuestra casa.

También reprueban las humanidades  ; y aun dice Antístenes que los que nacieron templados  ni aun deben saber las letras, para no pervertirse con lo ajeno. Quitan igualmente la geometría, la música y demás artes semejantes. Por lo cual Diógenes, a uno que le mostró un horóscopo, le dijo: «Utilísima cosa es ésa para que no nos falte qué cenar.» Y a otro que se gloriaba de músico, le dijo:

La humana ciencia rige las ciudades;

pero las cantinelas, ni una casa.

3. Establecen, por fin, el vivir según la virtud, como dice Antístenes en su Hércules, lo mismo que los estoicos, pues hay cierta analogía entre estas dos sectas; y así llamaron al cinismo un camino compendioso o un atajo para la virtud. De la misma suerte vivió Zenón Citereo. Gustan asimismo de una vida fácil y simple, usando de la comida sobriamente, y de sólo palios. Menosprecian la riqueza, la gloria y la nobleza. Muchos de ellos se contentaban con hierbas, y siempre beben agua fría. No buscan otro albergue que el que ocurre, aunque sea una tinaja, como Diógenes, el cual decía que «es propio de los dioses no necesitar nada, y de los que se parecen a los dioses necesitar de poquísimas cosas». Asientan que «la virtud es enseñable (como dice Antístenes en su Hércules), y que también es amisible. Que el sabio es digno de ser amado, no peca, es amigo de sus semejantes y nada deja al dominio de la fortuna»  . A las cosas medias entre la virtud y el vicio las llama indiferentes, como igualmente Aristón Quío.

4. Éstos fueron los cínicos; pasemos ya a los estoicos, el primero de los cuales fue Zenón, discípulo de Crates.

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