Libro III Oh tú, ornamento de la griega gente

1

Que llevaste el primero entre tinieblas

La luz de la verdad, adoctrinando

Sobre los intereses de la vida:

Yo voy en pos de ti, y estampo ahora

Mis huellas en las tuyas; no codicio

Ser tanto tu rival, como imitarte

Ansío enamorado. ¿Pues acaso

Entrara en desafío con los cisnes

La golondrina? ¿o los temblosos chotos                         10

Volaran por fortuna en la carrera

Así como el caballo vigoroso?

Tú eres el padre y creador de cosas:

Sí; tú nos das lecciones paternales;

Y del modo que liban las ovejas

En los bosques floríferos las mieles,

Así también nosotros de tus libros

Bebemos las verdades más preciosas;

Preciosas, varón ínclito, muy dignas

De tener larga y perdurable vida.                                 20

Pues al momento que a gritar empieza

Tu razón no ser obra de los dioses

El universo, sin parar escapan

Los terrores del ánimo; se extienden

Los límites del mundo; en el vacío

Veo formarse el universo; veo

La corte celestial y las moradas

Tranquilas de los dioses, que agitadas

No por los vientos son, ni los nublados

Con aguacero enturbian, ni la nieve                                 30

Que el recio temporal ha condensado

Con blancos copos al caer las mancha;

Y cúbrelas un éter siempre claro,

Y ríe con luz larga derramada.

Bienes pródiga da naturaleza

A las inteligencias celestiales:

Ni un instante siquiera es perturbada

La paz de sus espíritus divinos:

La mansión infernal desaparece,

Por el contrario; ni la tierra impide                                 40

Que contemplen debajo de sus plantas

En el vacío las escenas varias.

Un divino placer y horror sagrado

Se apoderan de mí considerando

Estos grandes objetos que tu esfuerzo

Hizo patentes descorriendo el velo

Con que naturaleza se cubría.

Y puesto que hasta aquí las cualidades

De los principios te hemos explicado,

Sus formas diferentes, movimientos                                 50

Que recíprocamente experimenta

La materia agitada de continuo,

Y cómo cada ser se forma de ella:

Ya, según esto, aclararán mis versos

De ánimo y alma la naturaleza,

Y con toda violencia extirparemos

De raíz aquel miedo de Aqueronte

Que en su origen la humana vida turba,

Que todo lo rodea en negra muerte,

Que no deja gozar a los mortales                                 60

De líquido solaz deleite puro.

Y aunque muchos dirán ser más temible

La infamia y el dolor que los abismos

De la muerte; que es la naturaleza

Del ánimo lo mismo que la sangre

Ellos dicen saber; por consiguiente,

Que ellos no necesitan las lecciones

De razón nuestra, debes convencerte

Que un deseo de gloria, o si te agrada

Más bien, la vanidad los lisonjea,                                 70

Pues por convencimiento no lo saben:

Los mismos desterrados de su patria,

Proscriptos de la vista de los hombres,

Amancillados con delito infame

Viven últimamente rodeados

De muy amargas penas; y hacen honras

Do arrastraron su mísera existencia;

Y degolladas las ovejas negras,

Las ofrecen a dioses infernales:

Con más viveza adversidad despierta                         80

Ideas religiosas en sus almas.

Los peligros descubren a los hombres,

Les dan a conocer los infortunios,

Pues entonces por fin del hondo pecho

Son proferidas voces verdaderas:

La máscara se quita y queda el hombre.

La avaricia, por fin, y ambición ciega,

Que obligan a los hombres miserables

A violar torpemente la justicia,

Y emprenden y acompañan las maldades,                         90

A las veces sujetos noche y día

A afán penoso por hacer fortuna,

Estas miserias de la vida alientan

Con miedo de la muerte en casi todos.

La ignominia, el desprecio y la indigencia

Se apartan de tranquila y dulce vida,

Y abren casi las puertas de la muerte:

Entretanto los hombres, agitados

De falso miedo, quieren escaparse

De precursores lúgubres; cimentan                                 100

En sangre ciudadana su fortuna,

Y avarientos tesoros amontonan,

Maldad sobre maldad acumulando;

En la fúnebre pompa del hermano

Alégranse crueles, y aborrecen

Y temen los banquetes consanguíneos,

El mismo miedo de la muerte roe

Al envidioso en general; le pone

A la vista los grandes de la tierra,

Llenos de distinción y poderío;                                         110

En vileza y en cieno revolcados

Ellos mismos se quejan; se desviven

Por una estatua o vano nombre algunos.

A otros inspira el miedo de la muerte

Un odio tal hacia la luz y vida,

Que con pecho angustiado se dan muerte;

Olvidados, sin duda, que este miedo

Es manantial de penas y cuidados;

Que este miedo persigue la inocencia,

Que éste rompe los lazos amistosos,                                 120

Que éste se burla de naturaleza,

Pues que a sus caros padres y a su patria

Han vendido los hombres muchas veces

Por huir las mansiones infernales.

Los muchachos a obscuras tembletean

Y se asustan de todo en claro día.

¡Somos la diversión de unos terrores

Tan frívolos y vanos! Desterremos

Estas tinieblas y estos sobresaltos,

No con los rayos de la luz del día,                                 130

Sino pensando en la naturaleza.

Establezco que el ánimo ante todo,

A quien intelegencia de ordinario

Llamamos, en el cual está sentado

El consejo y el régimen de vida,

Es una parte real de nuestro cuerpo,

Como los pies y manos y los ojos:

Sin embargo de que una turba inmensa

De sabios han creído firmemente

No tener en el hombre sitio fijo                                         140

El sentimiento; empero que del cuerpo

Era habitud vital en cierto modo,

Llamada por los griegos armonía,

Porque anima la máquina, y no tiene

Lugar determinado: y siendo un modo

De ser la sanidad que goza el cuerpo,

Y no una parte dél, del mismo modo

Al ánimo no asignan sitio cierto,

En lo que me parece van errados.

Porque frecuentemente sufre el cuerpo                         150

Su cubierta exterior, cuando el principio

Interior se solaza; y al contrario,

Si el ánimo es comido de pesares,

Se regocija el cuerpo todo entero:

Así cuando en el pie dolor sentimos,

No padece ninguno la cabeza.

Cuando además los miembros entregados

A blando sueño, y el pesado cuerpo

En momentos de calma sumergido

Está sin sentimiento, hay en nosotros                                 160

Otro principio que en el mismo tiempo

Es agitado de infinitos modos,

Y experimenta en sí las alegrías

Y cuidados estériles del pecho.

Para que puedas conocer ahora

Que el alma también queda en nuestros miembros.

Aun cuando se trastorne la armonía,

Sucede que después que se ha perdido

Una parte del cuerpo, el sentimiento

Anima, sin embargo, nuestros miembros,                         170

Y perdiendo el calor algunas partes,

Y el aire respirando simplemente,

Al momento las venas desampara

Y deja sólo huesos, de do infiero

No hacer igual papel en nuestro cuerpo

Todas las partes de que se compone,

Ni todas le conservan igualmente:

En aire y en calor la vida estriba:

El aire y el calor son los postreros

Que dejan nuestros miembros moribundos.                 180

Mas puesto que del ánimo y del alma

Hemos hallado la naturaleza

Como parte del hombre, da a los griegos

Su palabra armonía, que sin duda

Trajeron de la cumbre melodiosa

Del Helicón o de otra cualquier parte:

Guárdensela por mí, yo se la cedo:

Hagan de este vocablo sus delicias:

Comprende lo demás que voy diciendo.

Ahora digo que el ánimo y el alma                                 190

Están íntimamente entre sí unidos

Y una substancia forman por sí propios;

Pero al juicio tenemos como jefe,

Él domina en el cuerpo bajo el nombre

De inteligencia y ánimo, y en medio

Del pecho tiene su morada fija:

El miedo y el pavor aquí palpitan,

En derredor halagan los placeres,

La sensibilidad aquí hace asiento,

Y la parte del ánima, extendida                                        200

Por todo el cuerpo, espera los mandatos

Con que la hace mover la inteligencia:

Consigo mismo él sólo se entretiene,

Y goza de placer en los momentos

En que el cuerpo y el ánima no prueban

Alguna sensación: y a la manera

Que el dolor siente el ojo, o la cabeza,

Sin ser atormentado todo el cuerpo,

Así el ánimo a veces abatido

Es de melancolía, y animado                                         210

Es por el regocijo, sin que el alma

Alguna novedad sienta en los miembros:

Si el espíritu empero por el cuerpo

De miedo más vehemente es poseído,

Vemos que el alma entera toma parte,

Palidez y sudor a un tiempo embisten,

La lengua balbucea y la voz falta,

Ofuscase la vista, el oído zumba,

Aplómanse los miembros: muere el hombre

Por un terror del ánimo a menudo.                                 220

De aquí cualquiera fácilmente entiende

La íntima misión de ánimo y alma,

Pues comunica al cuerpo el mismo golpe

Que del espíritu ella ha recibido.

Esta razón enseña ser corpórea

De ánimo y alma la naturaleza;

Pues si hacen que se muevan nuestros miembros,

Si nos arrancan del profundo sueño,

Y si el color del rostro ellos alteran,

Y a todo el hombre rigen y gobiernan,                         230

Estas operaciones sin contacto

No se pueden hacer, ni ciertamente

El contacto sin cuerpo; ¿por ventura

Negaremos que el ánimo y el alma

Son de una corporal naturaleza?

Ves, además, que el alma toma parte

En todas las funciones que hace el cuerpo,

Y se las comunican mutuamente,

Si no daña a la vida horrible fuerza

De la muerte, si el choque no desune                                 240

Los huesos y los nervios; sin embargo,

Viene la languidez y un abandono

Suave de los miembros, y una grata

Propensión de caer, a que se siguen

Esfuerzos combatidos a las veces

De incierta voluntad de enderezarse:

Luego del alma la naturaleza

Es corporal, puesto que experimenta

Todas las impresiones de los cuerpos.

Voy a enseñarte ahora cuáles sean                                 250

De esta alma los principios, y qué especie

De átomos la componen. y la forman.

Primeramente, digo ser compuesta

De unos sutilísimos principios

Y muy delgados: convendrás en esto,

Si atiendes a la grande ligereza

Con la que se decide y obra el alma:

No nos presenta la Naturaleza

Más activos los cuerpos; luego debo

Esta movilidad extraordinaria                                         260

Componerse toda ella de elementos

Los más redondos y los más delgados,

Que puedan obligarla a que se mueva

Al más ligero impulso, pues si el agua

Por causa ligerísima se mueve,

Tiene átomos volubles y pequeños;

La miel es más tardía y más pesada,

Su licor de difícil corrimiento,

Pues sus partes se ligan y se traban

Porque no son tan lisas y sutiles                                 270

Y redondas. Disipa en un instante

Un crecido montón de adormideras

El soplo más ligero, y no lo hace.

Con un montón de piedras y hacecillos

De lanzas: luego es proporcionada

A lo chico y lo fino de los cuerpos

La movilidad de ellos: consistencia

Tienen tanto mayor cuanto se forman

De elementos groseros y angulosos.

El alma así, que de naturaleza                                         280

Tan móvil es, debe constar de cuerpos

Los más pequeños, lisos y redondos;

Mas de una vez conocerás, lo bueno,

Lo útil e importante de mi aserto.

Te aclarará también otra experiencia

Cuán delicada es la Naturaleza,

Y cuán fino el tejido de este agente,

Y a qué espacio tan corto se ciñera

Si fuera condensable esta substancia.

Cuando el quieto reposo de la muerte                         290

Llega a coger a un hombre, y se retiran

El ánimo y el alma por los miembros,

Nada verás perder de peso y forma,

A excepción del calor y sentimiento:

Por lo que esta substancia que ha ligado

A las vísceras, nervios y a las venas

Naturaleza, debe componerse

De partes minutísimas: no causa

Diminución alguna su salida,

Ni por la superficie ni en la masa                                 300

De los cuerpos: así cuando de Baco

La flor se ha disipado, y ha perdido

El perfume suave sus olores,

O los jugos salieron de algún cuerpo,

No parecen menores a la vista,

Ni mucho más ligeros; pues los jugos

Y los olores no son más que partes

Muy sutiles del cuerpo; lo repito

Que el alma y el espíritu se forman

De átomos muy ligeros, pues huyendo                         310

No roban peso alguno de los cuerpos.

No hemos de presumir que sea el alma

Una substancia simple; pues exhalan

Los moribundos un ligero soplo

Revuelto con calor; éste no puede

Sin el aire existir, porque sus partes,

Si no llegan a estar muy bien unidas,

Es preciso se cuelen por los poros

Las moléculas de aire; pues hallamos

Ser ya del alma la Naturaleza                                         320

Por los tres elementos producida.

Pero todo esto junto no es bastante

Para que se produzca el sentimiento:

No es concebible, pues, que alguno de éstos

Pueda hacer movimientos sensitivos

Que en juego pongan el entendimiento;

Y así les damos un principio cuarto:

Éste no tiene nombre conocido,

No hay otro más movible, ni más fino,

Ni más pulido entre los elementos.                                 330

El imprime el primero en nuestros miembros

Movimiento de vida: él es movido

Primeramente por tener perfecta

Pequeñez de principios: al momento

Él al calor, al soplo comunica

Y al aire el movimiento, y en seguida

En general la máquina se mueve:

La sangre entonces bate: entonces se hacen

En general las vísceras sensibles:

Por último, los huesos y médulas                                 340

De placer o dolor son afectados.

Penetrar el dolor aquí no puede

Ni algún mal violento sin que cause

En la máquina toda tal desorden

Que no encuentre la vida más asilo,

Y toda el alma sale descompuesta

Por los poros del cuerpo; felizmente

Limitan estos choques destructores

Sus impresiones en la superficie

De los cuerpos: la vida conservamos.                                 350

Codiciando yo ahora el explicarte

Por qué secreto lazo, o por qué mezcla

Estos cuatro elementos se combinan

Y formar pueden un sensible todo,

Contra mi voluntad no lo permite

De nuestra lengua patria la pobreza:

Yo te haré como pueda un fiel bosquejo:

Mezclados entre sí los elementos

De estos cuatro principios, de concierto

Se mueven, sin que puedan separarse                         360

Ni en parte ejercitar sus facultades

Sino como potencias diferentes

De un mismo todo único; y del modo

Que en las entrañas de los animales

Un olor, un color y sabor propio

Hay, por lo general, aunque resulte

De estas tres cualidades reunidas

Una misma substancia; de este modo

Aire, calor y soplo, agente ciego,

Una naturaleza forman juntos                                         370

Con esta fuerza activa que principia

A darles movimiento y hace nazca

Por la máquina toda el sentimiento:

Se oculta, pues, este primer agente

En lo más interior de nuestros cuerpos;

Partes más interiores no tenemos:

Es alma de nuestra alma, a la manera

Que el alma y el espíritu se juntan

En nuestros miembros y en el cuerpo todo

Secretamente, porque son formados                                 380

De pocos y pequeños elementos;

Este principio así, falto de nombre,

De átomos sutilísimos compuesto,

En el fondo se oculta de nosotros,

Y él es el alma de la misma alma,

Y señorea por el cuerpo todo:

El viento, el aire y el calor no pueden

Producir de este modo en nuestros miembros

La vida sin estar ellos mezclados;

Y aunque domine, o sea dominado                                 390

Uno de estos principios por los otros,

Juntos deben de hacer un solo todo

Para que no perezca el sentimiento,

Porque no rompan los vitales lazos

Obrando cada uno separado.

Aquel calor la cólera fomenta,

Da también a la sangre efervescencia,

Y arrojan fuego los airados ojos:

En el alma hay también mucha aura fría,

Compañera del miedo, que en los miembros                 400

Excita horror, y hace temblar el cuerpo:

El aire, el más templado de los cuatro,

Es el que tranquiliza nuestros pechos

Y serena el semblante: predomina

En los pechos coléricos fogosos

El calor, pues se aíran fácilmente.

La furia violenta de leones

Así es principalmente, cuyos pechos

Se rompen con rugidos espantosos,

Ni su pecho coléricos tumultos                                         410

Puede ya recoger: por el contrario,

El viento hiela el alma de los ciervos,

Que excita un aire frío en sus entrañas

Con mayor rapidez, y por sus miembros

Hace que un general temblor se mueva.

Mas la naturaleza de los bueyes

Vive con aire mucho más templado.

Ni la hacha de la cólera aplicando

La causa daño, ni jamás la ofusca

Con los negros vapores de sus sombras,                         420

Ni el helado pavón la pone torpe

Con tiros penetrantes: tiene el medio

Entre los ciervos y leones fieros.

La raza humana así es constituida;

Aun cuando perfeccione a ciertos hombres

La educación, no puede, sin embargo,

Borrar ella los rasgos dominantes

Que en el alma grabó la misma mano

De la naturaleza: no es posible

De ella arrancar el germen de los vicios:                         430

De vehemente cólera arrastrado

Éste se precipita, aquél tentado

Es de la timidez, y aquel tercero

Se compadece más de lo que debe.

Hay en los caracteres diferencias

Esenciales, también en las costumbres,

Que son un resultado cuyas causas

Secretas explicarte yo no puedo:

Tampoco hallo los nombres suficientes

A las figuras de los elementos                                         440

De que esta variedad es producida:

Me parece poder asegurarte

Que no pudiendo reflexión y estudio

Destruir los vestigios primitivos,

Los debilitan tanto, que podemos

Pasar la vida bienaventurada

Con que los altos Dioses se deleitan.

La cubierta del alma es nuestro cuerpo,

Y ella misma del cuerpo es centinela

Y causa de salud; pues que se unen                                 450

Entre sí mismas estas dos substancias

Con raíces comunes, no se puede

Una de otra apartar sin destruirlas.

Si al incienso quitar su olor no es fácil

Sin que perezca su naturaleza,

De la misma manera es imposible

Quitar de todo el cuerpo ánimo y alma

Sin que las dos substancias se disuelvan.

De esta manera la Naturaleza

Ha unido íntimamente sus principios                         460

En el instante mismo de formarlas,

Y sujetálas a la misma suerte:

No pueden, pues, obrar ni sentir ellas

Sin darse mutuo auxilio: reunidos,

Empero, sus comunes movimientos,

Nos encienden la antorcha de la vida.

Ni se engendra ni crece por sí el cuerpo,

Ni después de la muerte sobrevive.

Pues aquellas partículas de fuego,

Que contiene en sí el agua cuando hierve,                         470

Pueden generalmente evaporarse

Sin que se descomponga la misma agua

Por esta agua: pero no así pueden

Los miembros resistir desamparados

La salida del alma; su tejido

Se rompe y se empodrece por entero,

Y mutuamente el peso de la vida

Aprenden a llevar desde muy tiernas

Estas substancias en el vientre mismo

De las madres; no pueden separarse                                 480

Sin perecer: y pues que están unidas

Mutuamente entre sí por conservarse,

Claro verás que su naturaleza

Debe en unión recíproca estrecharse.

Si alguno al cuerpo el sentimiento niega,

Y cree que recibe aquél el alma

Por estar derramada en todo el cuerpo,

Ataca abiertamente la evidencia.

¿Quién dirá el modo de sentir el cuerpo

Sino porque está unido con el alma,                                 490

Como nos ha enseñado la experiencia?

El alma retirada, queda el cuerpo

De todo sentimiento despojado:

Pierde en la vida lo que no era suyo,

Y le roba la muerte mayor presa.

Pretender que los ojos nada vean,

Y que el alma divisa los objetos

A través de aberturas, es delirio:

Los sentidos nos dicen lo contrario;

Porque trae y recoge simulacros                                 500

El sentido en el órgano. Y a veces,

Cuando fijar la vista no podemos

En objetos brillantes, porque altera

Sus funciones la luz bastante viva,

¿Diremos que las puertas por do vemos

Experimentan sensación penosa?

Si esta suposición es admitida,

El alma ya verá mejor sin ojos,

Libre de estos estorbos de las puertas.

Ni del varón Demócrito presumas                                 510

Seguir el voto santo, que nos dice

Corresponder a cada un elemento

Del cuerpo otro del alma, y que esta mezcla

El lazo de los órganos compone;

Puesto que si del alma los principios

Más delicados son que los del cuerpo

Y vísceras, en número no exceden

Y con economía están partidos,

Y únicamente asegurar pudieras

Que entre los más pequeños elementos                         520

Cuantos pueden causarnos sensaciones,

Hay divididas otras tantas partes

Del alma en nuestros miembros: no sentimos

El polvo que se pega a nuestro cuerpo

Y el afeite aplicado a nuestros miembros,

Ni el rocío nocturno, ni los hilos

Delgados de la araña, cuando andamos,

No sentimos meternos en sus redes,

Ni la camisa vieja que el insecto

Sobre nuestras cabezas caer deja,                                 530

Ni las plumas de aves, ni pelusas

Volantes, cuya extrema ligereza

Hace caer a veces lentamente;

Tampoco el paso de rastrero insecto,

Ni de los pies la huella señalada

Que dejan los insectos y mosquitos

En nuestro cuerpo; pues primeramente

Es preciso se ponga en movimiento

De átomos gran copia por el cuerpo,

Primero que los átomos del alma                                 540

A tan grandes distancias colocados

Puedan sentir aquellas impresiones

Y puedan reunirse, entrechocarse

Y alternativamente repelerse.

El espíritu es la esencial base

De la vida; por él nos conservamos

Mucho mejor que por el alma misma:

Sin espíritu y juicio ni un momento

Puede el alma quedar en nuestros miembros;

Sus más pequeñas partes se disipan,                                 550

Sigue a su compañero por los aires

Y deja sólo los helados miembros

El frío de la muerte: queda vivo

El hombre que conserva el juicio sano

Y el espíritu: el cuerpo, sin embargo,

Podrá ser mutilado, y su alma en parte

Y sus miembros perder; mas vive el tronco,

Y goza auras etéreas de la vida:

Si no es de toda el alma despojado,

Cualquier pequeña parte que subsista                         560

Será bastante para darle vida:

Por eso, aun cuando, fueren desgarradas

Las partes que rodean a los ojos,

Si permanece intacta la pupila,

La potencia de ver está en su fuerza;

Como no hieras tú la cuenca entera,

Y cortes sólo las vecinas partes,

Y aisladamente dejes la pupila,

No dañará la vista: mas si un poco

Dañan del ojo aquella parte media,                                 570

Aunque por otra parte transparente

Estuviere la órbita sin daño,

Apágase la luz en el instante,

Y siguen las tinieblas: estas leyes

Unen siempre el espíritu y el alma.

Proseguiré diciéndote en canciones

Dignas de que te ocupen mientras vivas,

Que nacen los espíritus, y mueren

Con nuestro cuerpo las ligeras almas;

De un penoso trabajo prolongado                                 580

Mi canto es dulce fruto: bajo un nombre

Procura reunir estas substancias,

Pues juntas forman un compuesto solo:

Y cuando te enseñare, verbigracia,

Ser el alma mortal, cree que digo

Ser mortal el espíritu como ella.

Primeramente, porque te he enseñado

Constar el alma de pequeños cuerpos,

Y de elementos mucho más delgados

Que los del agua, o nubes, o del humo;                         590

Puesto que en ligereza se aventaja,

Y muévese con un ligero impulso,

Como que obran los mismos simulacros

De las nubes y el humo sobre el alma:

Pues simulacros son de estos objetos

El humo y el vapor que en sueños vemos

Exhalarse y subir de los altares.

Por todas partes ves correr el agua

Cuando se hace pedazos algún vaso;

Pues si las nubes y humo se disipan                                 600

Por los aires, persuádete que el alma

Se disipa saliendo de los miembros,

Y que sus elementos se disuelven

Y perecen más pronto y velozmente.

Siendo del alma el cuerpo como vaso,

Por un mortal ataque descompuesto,

O perdida la sangre, enrarecido,

No puede detener su retirada.

¿Podrás tú persuadirte la detenga

El aire, que es un fluido más raro?                                 610

Nacer, crecer y envejecer sentimos

El alma juntamente con el cuerpo:

Un cuerpo quebradizo y delicado

Sirve desde la infancia como cuna

A un ánimo tan débil como el alma:

Y los miembros la edad robusteciendo,

El consejo también se robustece,

Y el ánimo sus fuerzas va aumentando:

Después, cuando el esfuerzo poderoso

De los años el cuerpo ha quebrantado,                         620

Y, el brío entorpecido, decayeron

Las fuerzas de los miembros, el ingenio

Claudica, y el espíritu y la lengua

Delira, y faltan todos los resortes

De la máquina a un tiempo; luego el alma

También se descompone y se disipa

Como el humo en los aires, pues la vemos

Nacer y acrecentarse con el cuerpo

Y sucumbir al tiempo fatigada.

Como del mismo cuerpo se apoderan                         630

Dolor agudo, enfermedades graves,

Del espíritu así el espanto y duelo

Y molestos cuidados: luego debe

Partícipe como él ser de la muerte.

La razón se perturba en las dolencias

Del cuerpo muchas veces: se apodera

Del alma la demencia y el delirio:

Y a veces un letargo profundísimo

La hunde en un sopor alto y eterno,

Los párpados se caen y la cabeza:                                 640

Ni oye las voces, ni conoce el rostro

De aquéllos que llamándola a la vida

La cercan y rodean derramando

Lágrimas en el rostro y las mejillas.

Es preciso confieses se disuelve

El ánimo también, pues le penetran

Los contagios del mal; amaestrado

Nos ha el acabamiento de otros muchos;

Dolor y enfermedad, entrambos juntos,

Son los fabricadores de la muerte.                                 650

¿Por qué razón, en fin, luego que el vino,

Este licor ardiente, ha poseído

Un hombre penetrando por sus venas,

Y su ardor escondió metido en ellas,

Están sus miembros graves y pesados,

Sus pies entorpecidos tartalean,

La lengua torpe, y embriagada el alma,

Fluctuantes los ojos, gritos, llantos

Y riñas y pendencias van creciendo,

Y lo demás que a la embriaguez se sigue?                         660

Del vino, pues, la fuerte violencia

Ataca el alma en nuestro mismo cuerpo.

Luego si puede una cualquier substancia

Perturbarse embargada, es necesario

Que de inmortalidad esté privada,

Y que perezca, hallándose ella expuesta

A una causa más fuerte irresistible.

De un accidente súbito atacado

Un hombre, cae en tierra a nuestra vista

Como herido de raya: espumajea,                                 670

Gime y tiemblan sus miembros,

Se enfurece, se atiesa, y el resuello

Apenas puede echar y se fatiga;

Con inquietud se vuelve a todos lados:

Del mal la violencia, derramada

Por los miembros, sin duda al alma llega

Y la trastorna: así en el mar salado

La fuerza impetuosa de los vientos

Hace hiervan las ondas espumosas.

Dolor es quien arranca los gemidos;                                 680

Los elementos de la voz echados

A un tiempo, de tropel se precipitan

Por el conducto que avezado hubiera

La familiar costumbre a despedirlos.

La demencia proviene de que el alma

Y espíritu se turban; separados

Con la fuerza del mal, sus facultades

Ejercen en desorden: pero cuando

El humor que causaba la dolencia

Otro giro tomó, y en escondrijos                                 690

El humor corrompido se metiera,

Como tambaleando se levanta,

Recobra poco a poco los sentidos;

Y vuelve a su razón: luego si tantas

Enfermedades en el cuerpo mismo

Al alma oprimen con oprobio y mengua,

¿Te podrás persuadir que sin el cuerpo

Pueda el alma vivir allá en el aire

En medio de los vientos y borrascas?

Y pues que vemos que se cura el alma                         700

Como el enfermo cuerpo, y que ella puede,

Restablecerse con la medicina;

Esto presagia ser mortal el alma.

Como toda substancia conocida

El alma viene a ser: es imposible

Mudar su estado sin juntar las partes,

Bien se las quiten, bien se las traspongan.

Pero si es inmortal una substancia,

Jamás permite el alterar su orden,

Ni sufre se acreciente o disminuya                                 710

El número que tiene de principios:

Porque todo aquel ser que ha traspasado

Los límites prescritos a su esencia

Haciendo mutaciones, deja al punto

De ser lo que antes era: luego el alma,

O bien enferme, o bien ya convalezca,

Da señales de muerte, como he dicho.

Tan fuertemente la verdad ataca

Al error, y le cierra la salida,

Y con raciocinar sólido y sabio                                         720

Se alza triunfante del sofisma vano.

Vemos, en fin, la consunción del hombre

Por grados a las veces; y sus miembros

Pierden uno tras otro el sentimiento.

Ante todo los pies, uñas y dedos

De lívido color vemos cogidos;

En seguida los pies y piernas mueren;

Las huellas de la helada muerte ganan

Después por grados los restantes miembros.

Así que, pues el alma se divide,                                 730

Ni al mismo tiempo puede existir toda,

Como mortal debemos reputarla.

Si acaso piensas que ella misma puede

Interiormente reunir sus partes,

Y recogerlas todas en un punto,

Dando a todos los miembros sentimiento,

Parece que el lugar donde se junta

Tanta copia de átomos debía

De mayor sentimiento estar dotado.

Pues como nada de esto se perciba,                                 740

Es preciso, como antes afirmamos,

Que el alma separada de sí misma

Parezca derramada por afuera.

Aunque una falsedad te concedamos

Suponiendo que el alma se recoge

En el cuerpo de aquellos moribundos

Que por grados la vida van perdiendo,

Debe, no obstante, ser mortal el alma.

No importa que esparcida por los aires

Perezca el alma, o en ocultas partes                                 750

Se embrutezca, si el hombre va perdiendo

Gradualmente vida y sentimiento.

Y supuesto que el alma es aún parte

Del hombre, y que ella ocupa sitio cierto,

Así como los ojos, las orejas.

Y los demás sentidos que nos guían;

Y no pudiendo separadamente

Existir, ni sentir la mano, el ojo

O la nariz fuera de nuestro cuerpo,

Antes bien al instante se corrompen;                                 760

Por sí existir tampoco puede el alma

Sin el cuerpo, que viene a ser su vaso,

U otra cosa más íntima, pues juntos

Forman tan solamente una substancia.

Últimamente; unidos cuerpo y alma,

Se conservan y existen mutuamente:

Porque el alma del cuerpo separada

No produce vitales movimientos

Aisladamente, ni sin alma el cuerpo

Existe y ejercita los sentidos.                                         770

Y si arrancado de raíz un ojo,

Separado del cuerpo enteramente,

No puede distinguir objeto alguno,

El alma y el espíritu no pueden

Por sí del mismo modo alguna cosa.

Los elementos, pues, diseminados

Por venas, huesos, vísceras y nervios,

Dentro de todo el cuerpo prisioneros,

No pueden apartarse libremente

A unas grandes distancias, encerrados                         780

Ejercen los vitales movimientos;

Los que no existen fugitiva el alma

Fuera del cuerpo, echada por los aires,

Por no estar ya sujetos sus principios;

Aire animado podría ser el alma,

Si estrecharse pudiera el alma misma,

Y su actividad fuera tan ceñida

Cual lo era antes en el mismo cuerpo.

Repito, pues: disuelta la cubierta

De todo el cuerpo, y las vitales auras                                 790

Fuera del cuerpo echadas, se disuelve

Del ánimo y del ama el sentimiento,

Como que son efectos de una causa.

No pudiendo sufrir, en fin, el cuerpo

La partida del alma sin que exhale

Fétido olor después de corrompido,

¿Dudas que el alma descompuesta escape

De lo íntimo del cuerpo como humo?

Y qué ¿tan grande alteración del cuerpo,

De sola corrupción originada,                                         800

Y su ruina general no anuncian

Que el alma de su puesto fue arrojada,

Y que sus partes por los miembros manan

Por los conductos que hay en todo el cuerpo?

Esto comprueba haber salido el alma

Dividida primero por los miembros,

Y que en el mismo cuerpo descompuesta,

En el fluido aire después nada.

Aun no dejando el alma muchas veces

La mansión de la vida, trastornada                                 810

Por alguna violenta sacudida,

Parece va a marchar; todos los miembros

Se aflojan, y el semblante desfallece

Como en la postrer hora, y vacilantes

Todos los miembros caen de exangüe cuerpo.

Este estado presenta un desmayado

O un hombre que perdió el conocimiento:

Terrible ataque, en que las fuerzas todas

Desea recoger por conservarse

La máquina, pues cae el alma entera,                                 820

Y se desploma con el cuerpo entonces;

Y pereciera, si llegase el choque

A hacerse más violento. Últimamente:

¿Creerás que escapada de los miembros,

Sin poder resistir ataque externo,

Sin defensa ni abrigo, existir pueda,

No digo eternamente, un solo instante?

Ni un moribundo siente cuando sale

El alma libremente de su cuerpo,

Por la garganta al paladar subiendo:         830

Pero en el mismo sitio ella perece

En que naturaleza la pusiera,

Así como perecen los sentidos.

Si ella fuera inmortal, no se quejara

Sintiendo disolverse con la muerte:

Antes con la alegría se partiera

Y saldría del cuerpo a la manera

Que deja sus despojos la culebra

O cuernos elevados ciervo añoso.

La sensibilidad y el raciocinio         840

¿Por qué razón, en fin, ni en la cabeza

Ni en los pies o las manos jamás nacen?

¿Por qué se unen en sitio y región cierta,

Sino porque les dio naturaleza

A entrambos un lugar determinado

Para nacer en él y conservarse?

Así de muchos modos lo ha dispuesto

En favor ella de los miembros todos,

Para que nunca su orden invirtiesen.

Los efectos y causas se encadenan         850

Con tanta proporción; pues ni la llama

Tuvo costumbre de nacer en ríos,

Ni el hielo acostumbró a salir del fuego.

Pero sí el alma por naturaleza

Es inmortal, y si de nuestro cuerpo

Separada, conserva el sentimiento,

A mi entender la das cinco sentidos:

No podemos nosotros figurarnos

Vagar en Aqueronte de otro modo

Las almas de los muertos, como hicieron         860

Los antiguos poetas y pintores,

Que las imaginaron con sentidos.

Pero no puede el alma sin el cuerpo

Tener ojos, narices, ni aun las manos;

Ni sentir, ni existir sin alma pueden

La lengua y las orejas por sí mismas.

Y pues sentimos por el cuerpo todo

La vida el sentimiento difundido,

Y en general lo vemos animado;

Si alguna fuerza el tronco separando         870

Con un rápido golpe de repente,

Sin duda a un tiempo el alma dividiera,

Y junta con el cuerpo la tumbara

Cortada en dos mitades. La substancia

Que se divide en partes nos declara

No ser eterna su naturaleza.

Dicen que cortan los falcados carros

Los miembros del guerrero encarnizado

Con tanta rapidez en la pelea,

Que se ve palpitar aquella parte         880

Cortada por el suelo antes que el alma

Cogida del dolor su falta sienta:

Bien la celeridad del mal la robe

El sentimiento, o bien que el alma entera

Con el recio combate enardecida

Lo restante del cuerpo sólo emplea

En dar o prevenir mortáles golpes.

Su brazo izquierdo y su broquel perdidos

Por entre los caballos, otro ignora

Haberse destrozado por las nuedas         890

Y las hoces rapaces. Presuroso

Los muros escalando, éste no advierte

Que en tierra se cayó su mano diestra:

Aquel otro procura levantarse

En la pierna cortada, cuando al lado

Agita el moribundo pie los dedos

En el suelo. Y cortada la cabeza,

Calor y vida el tronco conservando,

Un semblante animado guarda en tierra

Y los ojos abiertos mientras fueron         900

Las reliquias del alma disipadas.

Si quieres dividir en muchas partes

La cola de serpiente corpulenta,

La cual vibra amenazas por su lengua,

Verás atormentarse cada parte

Con la reciente herida aisladamente,

Y la verás llenar de podre el suelo,

Y la parte anterior con furia herida,

A sí misma se daña por la espalda

Con propio diente de dolor rabiando.         910

¿Diremos, por ventura, que hay un alma

En cada trozo de éstos? ¿No sería

Llenar un animal de muchas almas?

Luego fue con el cuerpo dividida

La única alma que había: pues mortales

Entrambas son, puesto que se dividen.

Si el alma es de inmortal naturaleza,

Si al nacer en el cuerpo se insinúa,

¿Cómo es que no podemos acordarnos

De la vida pasada, ni tenemos         920

De los antiguos hechos resto alguno?

Si el alma padeció tan gran mudanza

Que se olvidó de los pasados hechos,

Yo creo que este estado se parece

A la muerte; confiesa, pues, que el alma

De otro tiempo murió, y la del presente

Ha llegado a formarse nuevamente.

Si ya perfecto el cuerpo se insinuase

En nosotros el alma al misino tiempo

Que somos engendrados y pisamos         930

El umbral de la vida, no la vieras

Con los miembros crecer y con el cuerpo

En nuestra misma sangre: antes debía

Como en jaula vivir para sí misma,

Separada del cuerpo que ella anima:

Digamos sin cesar tener origen

Las almas, sin librarse de la muerte.

Es imposible que substancia extraña

Con tanta intimidad pudiese unirse

A nuestros cuerpos contra la experiencia;         940

Por venas, nervios, vísceras y huesos

Extenderse de modo, que aun los dientes

Participan de cierto sentimiento,

Como lo indica el mal y tiritona

Que causa el agua fría que bebemos

Y la piedra mascada en el sustento.

Añádase que, como estrechamente

Está unida a la máquina, no puede,

Sin que primero se disuelva toda,

El alma verse libre de los nervios         950

Y de los huesos y articulaciones.

Porque si crees tú que el alma corre

Como fluido extraño por los miembros,

Perecerá más pronto con el cuerpo;

Puesto que la fluidez es un estado

De disolverse un cuerpo y darle muerte:

Por tanto, nuestro cuerpo se reparte.

Si colando en los miembros los sustentos

Toman de suyo otra naturaleza;

El ánimo y el alma así, aunque enteros,         960

Cuando penetran en reciente cuerpo,

Deben descomponerse circulando;

Por todos los conductos esparcidas

Sus partículas, dentro de los miembros

Forman un alma nueva, nueva reina

De nuestro cuerpo, hija de la primera,

Que repartida entonces por los miembros,

Perece: por lo cual no está privada

De nacimiento, ni de muerte exenta.

¿Quedan por fin, o no, semillas de alma         970

En exánime cuerpo? Pues si quedan,

Por inmortal no puede ser tenida;

Con pérdida de partes se ha alejado;

Mas si al contrario, con enteros miembros

Robada se fugó, de tal manera

Que no deja en el cuerpo parte alguna,

¿Por qué razón podridas las entrañas,

Un cadáver da vida a los gusanos?

¿Cómo tan grande copia de animales

Despojados de huesos y de sangre         980

Se ve bullir por los hinchados miembros?

Si crees que las almas de gusanos

Como extrañas substancias han podido

Juntarse por fortuna con sus cuerpos;

Si tantas almas súbito allegadas

Después de la partida de una sola

No te proponen reflexión alguna;

A una cuestión responde, sin embargo,

Que es preciso te hagamos: ¿cada una

De estas almas escoge la semilla         990

Que ella quiere animar, y se fabrica

Alguna habitación para si misma,

O en los cuerpos formados se insinúan?

Yo no encuentro razón para que se hagan

Su prisión ellas mismas con trabajo,

Las que sin cuerpo vuelan al abrigo

De enfermedad, de frío, de hambre y males

Que le han cabido al cuerpo por herencia,

Y que el alma en unión experimenta:

Mas demos que le sea ventajoso         1000

Un cuerpo fabricarse y habitarle;

Yo no se cómo pueden hacer esto:

Luego cuerpos y miembros no fabrican

Las almas para sí, ni se insinúan

En cuerpos hechos: dame tú lecciones

De cómo están unidos cuerpo y alma.

¿Por qué el bravo león, en fin, conserva

Lo feroz de su especie? ¿Por qué heredan

Las zorras el ardid, la huida el ciervo?

¿Y sus miembros agita el pavor patrio?         1010

¿Por qué espirituales afecciones

Que nacen y se engendran con nosotros,

Sino porque el espíritu, teniendo

Su germen y elementos como el cuerpo,

Crecen con todo él al mismo tiempo,

Y del alma se van desenvolviendo

Las cualidades? Pues si inmortal fuese,

Si de uno en otro cuerpo se pasara,

Andarían revueltas las costumbres

De las bestias: se viera con frecuencia         1020

Huir de Hircania el perro la embestida

De algún ciervo cornudo, y temblaría

Gavilán fugitivo por los aires

De la paloma: fuera el hombre necio,

Y el bruto sabiamente discurriera.

En vano intentan por salir del paso

Que por ser inmortal se muda el alma

Mudando el cuerpo; todo ser mudable

Se disuelve y perece sin remedio,

Porque desordenadas y traspuestas         1030

Sus partes son: luego las almas deben

Desatarse en los miembros, y morirse,

Sin quedar parte suya con el cuerpo.

Si dicen que las almas de los hombres

Se pasan siempre a miembros humanales,

Preguntaré, no obstante, ¿por qué causa

Se puede volver necia un alma sabia?

No hay niño, alguno que prudente sea,

Ni tiene el potro la destreza y brío

Del bruto belicoso: el alma tiene         1040

Su germen propio, que se desenvuelve

Y juntamente con el cuerpo crece.

Dirán, en fin, por última salida,

Que ella rejuvenece en tierno cuerpo;

La confinas mortal forzosamente,

Pues no puede sufrir tan gran mudanza

El alma por los miembros, sin que pierda

La vida y sentimiento que antes tuvo.

¿Cómo robustecida con el cuerpo

Podrá junto con él tocar el alma         1050

La flor gustosa de la edad que anhela,

Si no nace con él? ¿Por qué desea

Abandonar en la vejez sus miembros?

¿Teme acaso quedarse ella encerrada

En un cuerpo podrido, o que se hunda

Su vieja casa sobre si cansada?

Empero lo inmortal no corre riesgo.

Ridículo es, en fin, imaginarse

Estar prontas al coito las almas,

Y a partos de animales, como enjambres         1060

De inmortales substancias esperando

Mortales miembros, y entre sí luchando

Por entrar en el cuerpo la primera

Cada cual de ellas, o entre sí conciertan,

Por evitar disputas, que se meta

La que con más presteza se acercare.

Ni el árbol en el aire, ni las nubes

En el profundo mar, existir pueden,

Ni en los campos vivir pueden los peces,

Ni se puede dar sangre en la madera,         1070

Ni jugo en piedras: tiene lugar cierto

Cada ser donde crezca y donde exista:

No puede el alma así nacer aislada,

Y no puede existir sin sangre y nervios:

Con más razón podría estar el alma

En la cabeza u hombros, o talones,

Y pudiera nacer en cualquier parte,

Y en el mismo hombre y vaso se quedara.

Pues si estamos seguros tiene el alma

Y espíritu en el cuerpo lugar fijo,         1080

En donde pueden ir creciendo a un tiempo

Y tener existencia, afirmaremos

Que no pueden nacer y durar fuera:

Luego cuando la máquina perece,

Preciso es que también perezca el alma.

Si es locura el juntar mortal a eterno,

Y suponer que están en armonía,

Haciendo mutuamente sus funciones;

¿Se puede imaginar más ardua cosa,

Más distinta y opuesta que juntarse         1090

Una perpetua e inmortal substancia

Con la mortal, haciéndolas que sufran

En mutua unión borrascas espantosas?.

Pero subsiste un cuerpo eternamente,

Porque su solidez resiste el choque;

Él es impenetrable, indisoluble,

Como los elementos de materia

Cuya naturaleza he declarado:

O porque no se halla expuesto al choque,

Como el vacío, este impalpable espacio         1100

Donde la destructora acción se pierde:

O porque algún espacio no le cerca

Que pueda contener en cierto modo

Sus reliquias disueltas, como el todo

Cuyas partes no escapan por defuera,

Ni hay cuerpos que las choquen y desunan:

Pero del alma la naturaleza

No es de algún cuerpo sólido compuesta,

Porque hay vacío, como te he enseñado:

No lo es como vacío, pues hay cuerpos         1110

En la suma infinita que atacando

Con violencia y rapidez, la pueden

Trastornar y ponerla en gran peligro.

Existe de seguro espacio inmenso

Do sus elementales partes pueden

Ser dispersadas, o de cualquier modo

El alma perecer: no se han cerrado

Las puertas de la muerte para el alma.

Si inmortal puede ser esta substancia,

Sin peligro de causas destructoras,         1120

Será porque estas causas no la toquen

O porque antes que lleguen se rechazan,

Sin que podamos percibir el daño;

Pues los males del cuerpo el alma enferman,

Y la consume a veces lo futuro,

Y la fatiga con cuidado y miedo,

Y los pasados crímenes la roen:

Junta a esto el furor propio del alma

Y un olvido absoluto de las cosas,

Y hundirse en negras ondas del letargo.         1130

La muerte nada es, ni nos importa,

Puesto que es de mortal naturaleza:

Y a la manera que en el tiempo antiguo

No sentimos nosotros el conflicto

Cuando el cartaginés con grandes fuerzas

Llegó por todas partes a embestirnos;

Cuando tembló todo el romano imperio

Con trépido tumulto, sacudido

De horrible guerra en los profundos aires;

Cuando el género humano en mar y tierra         1140

Suspenso estuvo sobre cuál de entrambos

Vendría a subyugarle; pues lo mismo,

Luego que no existamos, y la muerte

Hubiere separado cuerpo y alma,

Los que forman unidos nuestra esencia,

Nada podrá sin duda acaecernos

Y darnos sentimiento, no existiendo:

Aunque el mar se revuelva con la tierra,

Y aunque se junte el mar con las estrellas.

Y aunque el alma y espíritu tuvieran         1150

Sensaciones después de divididos,

Interés no tomáramos en ello;

Siendo nosotros sólo el resultado

Del enlace y unión del alma y cuerpo:

Ni aunque después de muertos recogiese

Nuestra materia el tiempo, y la juntase

Segunda vez como al presente se halla,

Y a la luz de la vida nos volviese,

Este renacimiento nada fuera

Siendo una vez cortada la existencia.         1160

Ninguno de nosotros se molesta

Por lo que un tiempo fue, ni se entristece

Por los sujetos que ha de hacer el tiempo

De la materia nuestra. Pues si miras

La inmensidad de los pasados siglos

Y la asombrosa variedad que tienen

Todos los movimientos de materia,

Podrás tú conocer muy fácilmente

Que en el orden actual se han combinado

Más de una vez los mismos elementos.         1170

Esto no lo comprende la memoria,

Porque ha mediado pausa en nuestra vida

Y se han extraviado los principios

De nuestras almas con los movimientos

Nuevos enteramente a los sentidos.

No hay, pues, por qué temer desgracia alguna

Si se vive aquel tiempo que podría

Dejarse ésta sentir. Como la muerte,

Quitando de la vista aquel sujeto

A quien pueden caber los infortunios         1180

Que sufrimos nosotros al presente,

Su existencia anterior del todo anula,

Nada debe temer; ni desgraciado

Se puede hacer el hombre que no existe:

Y aquél a quien robó la eterna muerte

Una vida mortal, se halla lo mismo

Que si nunca jamás nacido hubiera.

Por eso, cuando veas indignarse

Un hombre por la suerte que le espera

Después de muerto, por servir de pasto         1190

A los gusanos, o por ser quemado,

O desgarrado con ferinos dientes,

No es en verdad sincero, y en su pecho

No advierte la inquietud mal desenvuelta:

Si le oímos no duda que la muerte

Acabe en él cualquiera sentimiento:

Pero no es consiguiente, me parece:

No muere todo él, y sin saberlo

Deja subsistir siempre parte suya.

Pues cuando en vida llega a imaginarse         1200

Que será desgarrado su cadáver

Por las aves y fieras, se lamenta

De su mismo infortunio y desventura;

Porque no se despoja de sí mismo

Ni del caído cuerpo se retira

Bastante el infeliz, y se figura

Que existe aún, y sin dejar su lado,

Le anima con su propio sentimiento:

Porque si es ciertamente una desgracia

En la muerte servir de pasto a fieras,         1210

Encuentro yo no ser menos sensible

Ser tostado con fuegos y con llamas,

O ahogado con la miel, o bien transido

De frío, cuando yace en el sepulcro

De mármol frío, y ser pisoteado

Además de oprimido con la tierra.

No te verá ya, empero, alegre casa,

No te verá la esposa virtuosa,

Ni los dulces hijuelos al encuentro

Saldrán corriendo a arrebatar tus besos         1220

De tácita dulzura hinchendo el pecho:

Ni a ti, ni a tus amigos escudarte

Podrás jamás con tus gloriosos hechos:

«¡Infeliz! ¡Oh infeliz! dicen; un día

Fatal te roba todas las delicias

De la vida feliz»; pero no añaden:

«Ya no te queda sentimiento alguno.»

Si esta verdad tuvieran bien sabida,

Y siguiera la práctica a sus dichos,

De gran pena y de miedo se libraran.         1230

En un sopor tus párpados sumidos

Con la muerte, en los siglos venideros

No te molestarán seguramente

Dolores melancólicos: empero,

Al lado de las lúgubres hogueras

Derramaremos lágrimas a mares

Nosotros sobre ti, ya hecho ceniza;

Ni el tiempo borrará de nuestro pecho

El eterno dolor. Si preguntamos

Qué significa amor tan acendrado,         1240

Si todo para en sueño y en reposo,

¿A qué podrirnos en perpetuo llanto?

También de corazón dicen los hombres

En los convites, con la copa en mano

Y sombreando el rostro las guirnaldas:

«Entreguémonos, pues, al regocijo;

El fruto del placer se pasa luego;

Muy pronto va a dejarnos para siempre.»

El mal primero que en la muerte temen

Es que a los miserables los abrase         1250

La sed, y los devore la sequía,

O los moleste otro cualquier deseo.

Nadie a sí y a la vida echa de menos

Cuando en sueño reposan cuerpo y alma,

Pues aunque este reposo eterno sea,

Ni nos moleste falta de existencia,

No se han extraviado, sin embargo,

Tan lejos los sensibles movimientos

Durante el sueño, que, despierto el hombre,

No pueda colocarlos como antes.         1260

Pues la muerte impone mucho menos

Que el sueño, si es posible tenga grados.

La nada, ¿por qué causa mas desorden

Y confusión la muerte en los principios,

Y no permite que despierte el hombre

Que una vez consiguió reposo frío?

Si de repente, en fin, la voz alzara

Naturaleza, y estas reprensiones

A cualquier de nosotros dirigiera:

«¿Por qué ¡oh mortal! te desesperas tanto?         1270

¿Por qué te das a llanto desmedido?

¿Por qué gimes y lloras tú la muerte?

Si la pasada vida te fue grata,

Si como en vaso agujereado y roto

No fueron derramados tus placeres,

E ingrata pereció tu dicha entera,

¿Por qué no te retiras de la vida

Cual de la mesa el convidado ahíto,

¡Oh necio! y tomas el seguro puerto

Con ánimo tranquilo? Si, al contrario,         1280

Has dejado escapar todos los bienes

Que se te han ofrecido, y si la vida

Te sirve de disgusto, ¿por qué anhelas

Multiplicar los infelices días

Que en igual desplacer serán pasados?

¿Por qué no pones término a tus penas,

y a tu vida más bien? Pues yo no puedo

Inventar nuevos modos de deleite

Por más esfuerzos que haga; siempre ofrezco

Unos mismos placeres: si tu cuerpo         1290

No se halla aún marchito con los años,

Ni tus ajados miembros se consumen,

Verás, no obstante, los objetos mismos,

Aun cuando en tu vivir salgas triunfante

De los futuros siglos, y aunque nunca

A tu vida la muerte sujetare».

¿Qué responder a la naturaleza,

Sino que es justo el pleito que nos pone,

Y es clara la verdad de sus palabras?

Mas si sumido alguno en la miseria         1300

Al pie de su sepulcro se lamenta,

¿No será su clamor mucho más justo,

Y nos reprenderá con voz robusta?

«Vete de aquí, insensato, con tus llantos;

No me importunes más con tus quejidos».

A este otro, empero, que los años rinden,

Que en sus últimos días aún se queja:

«¡Insaciable, dirá, tú que has gozado

De todos los placeres de la vida,

Aun te arrastras en ella! Consumido         1310

En los deseos del placer ausente,

Despreciaste el actual, y así tu vida

Se deslizó imperfecta y disgustada,

Y sin pensarlo se paró la muerte

En tu misma cabeza, que antes lleno

Y satisfecho de la vida puedas

Retirarte: la hora es ya llegada:

Deja tú mis presentes; no son propios

De la edad tuya: deja resignado

Que gocen otros, como es ley forzosa.»         1320

Con razón a mi ver, reprendería,

Y con razón se lo echaría en cara,

Porque a la juventud el puesto cede

La vejez ahuyentada, y es preciso

Que unos seres con otros se reparen:

Ninguna cosa cae en el abismo,.

Ni en el Tártaro negro: es necesario

Que esta generación propague otra:

Muy pronto pasarán amontonados,

Y en pos de ti caminarán: los seres         1330

Desaparecerán hora existentes,

Como aquéllos que hubiesen precedido.

Siempre nacen los seres unos de otros,

Y a nadie en propiedad se da la vida;

El uso de ella se concede a todos.

Mira también los siglos infinitos

Que han precedido a nuestro nacimiento

Y nada son para la vida nuestra.

Naturaleza en ellos nos ofrece

Como un espejo del futuro tiempo.         1340

Por último, después de nuestra muerte,

¿Hay algo aquí de horrible y enfadoso?

¿No es más seguro que un profundo sueño?

Y hallamos en la vida ciertamente

Cualquier horror que en Aquerón profundo

Dicen haber. El infelice Tántalo

De espanto helado bajo enorme peña

Amenazante teme como es fama;

Vano temor de dioses irritados

E incertidumbre de futura suerte         1350

Acongoja al varón supersticioso

Mucho más que ese trémulo peñasco.

Tampoco a Ticio en Aquerón tendido

Devoran aves; ni en su vasto pecho

Algo que escudriñar encontrarían

Por una eternidad seguramente;

Aunque nueve yugadas ocupasen

Sus miembros y su vasta corpulencia,

O aunque toda la tierra él ocupara:

Ni un eterno dolor sufrir podría,         1360

Ni ser su cuerpo pasto perdurable:

Para nosotros es de cierto Ticio

Aquél a quien amor ha derribado;

Éste es despedazado por las aves,

Y a éste consume pena roedora;

O rasgan los cuidados sus entrañas

De otra cualquier pasión con el deseo.

En la vida tenemos a la vista

Sísifo también, el cual se obstina

En pretender del pueblo las segures         1370

Crueles y los fasces, se retira

Desatendido siempre y con tristeza:

El pretender el mando, que no es nada,

Sin conseguirlo nunca y de continuo

Sufrir duro trabajo por lograrlo,

Esto es mover la peña con ahínco

De un monte hacia la cima, la cual rueda

Sin embargo, otra vez; desde la cumbre

Busca precipitada las llanuras.

Estar apacentando siempre el hombre         1380

A su alma colmándola de bienes

Sin hartarse jamás; ver de estaciones

La vuelta anual, y recoger los frutos;

Embriagarse en sus dulzuras varias,

Y con estas ventajas no saciarse,

Esto es a mi entender, según nos cuentan,

Echar el agua jóvenes doncellas

En vaso agujereado sin llenarle.

Empero ya las Furias y Cerbero,

Y tenebroso Tártaro, lanzando         1390

Horribles llamaradas por sus bocas,

Ni existen, ni existir pueden de cierto.

Porque aquí los insignes malhechores

Con miedo igual a sus delitos pagan

Su merecido, y lastan sus maldades

La cárcel, y el horrible precipicio

De la roca Tarpeya, los azotes,

La tortura, la pez, columna, teas,

Láminas, y si faltan los verdugos,

Sobresaltada la conciencia misma         1400

Su corazón desgarra a latigazos

Y martiriza con remordimientos.

La incertidumbre de futura suerte

No puede en tanto ver, ni sabe cuándo

Tendrán por fin un término sus males,

Y temen que se agraven en la muerte:

La vida es el infierno de los necios.

.........................................................................

Puedes también decirte tú a ti mismo,

Hombre injusto, a las veces: «el buen Anco

Perdió también la lumbre de sus ojos,         1410

Teniendo más virtudes que tú tienes:»

Murieron muchos reyes y señores

Que dominaron gentes poderosas:

Murió también, y abandonó su alma

El cuerpo moribundo de aquel mismo

Que antiguamente anduvo por los mares,

Y enseñó a caminar a sus legiones

Y a marchar sobre el mar hondo y salado,

Y despreció la cólera del Ponto,

Desafiando bramadoras olas.         1420

Escipión, aquel rayo de la guerra,

El terror de Cartago, dio sus huesos

A la tierra cual siervo de vil precio:

Los inventores de las ciencias y artes,

También los compañeros de las Musas,

Y el mismo Homero, soberano de ellos,

En el mismo reposo que los otros

Dormido se quedó, y últimamente,

Cuando sintió Demócrito caduco

Que iba ya la vejez debilitando         1430

Los resortes del alma, salió él mismo

A ofrecer a la muerte su cabeza

De propia voluntad: murió Epicuro,

Que en ingenio venció a la raza humana,

Y eclipsó todos los brillantes genios

Como el naciente sol a las estrellas.

¿Y de morir tú dudas, y te indignas,

Tú a quien la vida es muerte continuada,

Sintiéndote morir a cada instante?

¿Que pasas grande parte de tu vida         1440

En dormir y roncar, aunque despierto,

Y siempre en sueños ves, y traes inquieta

El alma con quiméricos terrores?

Ni puedes dar a veces con la causa

De tu dolencia, cuando miserable

Te rodea inquietud devoradora,

Y pierdes la cabeza e irresoluto

En el incierto error del alma vagas.

Si fuera fácil conocer los hombres

Estas causas del mal que el pecho oprimen         1450

Con su tamaña mole, como sienten

El peso abrumador que los aplana,

Tan desgraciada vida no pasaran,

Ni se les viera andar en busca siempre

De aquello que no saben que desean,

Mudando de lugar, como si fuera

Posible descargarse de aquel peso.

Uno a las veces deja su palacio

Por huir del fastidio de su casa,

Y al momento se vuelve, no encontrando         1460

Algún alivio fuera a sus pesares:

Corre a sus tierras otro a rienda suelta,

Como a apagar el fuego de su casa;

Se disgusta de pronto cuando apenas

Los umbrales pisó, o se rinde al sueño

Y procura olvidarse de sí mismo,

O vuelve a la ciudad de nuevo al punto:

Cada uno a sí se huye de este modo:

Mas no puede evitarse; se importuna,

Y siempre se atormenta vanamente:         1470

Porque enfermo, no sabe la dolencia

Que padece; si bien la conociera,

Dejando a un lado ya todo remedio,

Antes se dedicara a la noticia

De la naturaleza de las cosas,

Supuesto que tratamos al presente,

No del destino sólo de una hora,

Sino de aquel estado perdurable

Que sigue a los mortales en la muerte.

¿Qué tamaño deseo de la vida         1480

Mal fundado, por último, nos fuerza,

A temblar en peligros tan dudosos?

El plazo de la vida está marcado

A todos los mortales: no es posible

Huir la muerte sin partirnos luego.

Además, que viviendo mucho tiempo,

La misma tierra siempre habitaremos,

Ni con vivir nuevo placer se inventa;

El bien que no tenemos nos parece

El mayor bien de todos: conseguido,         1490

Suspiramos por otro; y anhelantes,

Deseo sucesivo de la vida

Nos aprisiona siempre: incertidumbre

Hay de lo porvenir y de la suerte

Que nos prepara y trae la edad futura.

Ni por más que alarguemos nuestra vida

Algún tiempo robamos a la muerte;

Sus víctimas seremos sin remedio:

Si la revolución de muchos siglos

Fuese posible ver, eterna muerte         1500

No por eso dejara de aguardarnos;

Y aquél que acaba de cubrir la tierra

No estará muerto ya por menos tiempo

Que el otro que murió mil años antes.         1504

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