XXXIX Primera guardia nocturna

Cofa de trinquete. STUBB, solo, arreglando una braza

«¡Ja, ja, ja!; ¡ejem!, ¡me aclararé la garganta! Lo he estado pensando desde entonces, y este «ja, ja" es la consecuencia final. ¿Por qué eso? Porque una risotada es la respuesta más sensata y fácil a todo lo extraño; y pase lo que pase, siempre queda un consuelo: ese consuelo infalible es que todo está predestinado. No oí toda su conversación con Starbuck, pero, a mi pobre modo de ver, Starbuck entonces parecía algo así como yo me sentí la otra tarde. Pero seguro que ese viejo mongol ya le ha arreglado a él también. Yo lo comprendí, lo supe; había tenido el don, y podría fácilmente haberlo profetizado, pues lo vi cuando eché el ojo a su cráneo. Bueno, Stubb, sensato Stubb; éste es mi título; bueno, Stubb, ¿qué hay con eso? Aquí hay una carcasa.!Yo no sé todo lo que podrá pasar, pero, sea lo que quiera, iré a ello riendo. ¡Qué mueca sarcástica acecha en todos vuestros horrores! Me siento cómico. ¡Tralaralará! ¿Qué estará haciendo ahora en casa mi, perita de agua? ¿Gastándose los ojos a fuerza de llorar? Me atrevo a decir que dando una fiesta a los arponeros recién llegados, alegre como un gallardete de fragata, y así estoy yo también...

¡Tralaralará!. Oh...

Al amor brindaremos esta noche

con la felicidad de las burbujas

que nadan por el jarro hasta los bordes

y estallan en los labios al romperse.

»Valiente estrofa esa... ¿Quién llama? ¿Señor Starbuck? Sí, sí, señor. (Aparte.) Es mi superior; también él tiene superior, si no estoy equivocado. Sí, sí, señor, ahora mismo acabo este trabajo; ya voy.»

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