37. Percepción inmaculada

CUANDO ayer salió la luna, me pareció que estaba a punto de llevar un sol: tan ancha y tupida estaba en el horizonte.

Pero era un mentiroso con su embarazo; y antes creeré en el hombre de la luna que en la mujer.

Sin duda, poco hombre es también ese tímido vagabundo nocturno. Con mala conciencia acecha sobre los tejados.

Porque es codicioso y celoso, el monje en la luna; codicioso de la tierra, y de todas las alegrías de los amantes.

No, no me gusta ese gato de los tejados. Me resultan odiosos todos los que se escabullen por las ventanas semicerradas.

Pía y silenciosamente se pasea por las alfombras de las estrellas, pero no me gustan los pies humanos ligeros, en los que ni siquiera tintinea una espuela.

Cada paso honesto habla; el gato, sin embargo, robaa lo largo del suelo. He aquí que la luna viene como un gato, y deshonestamente.

Esta parábola os hablo a vosotros, disimuladores sentimentales, a vosotros, los "puros discernidores". A vosotros os llamo: ¡los codiciosos!

También amas la tierra, y lo terrenal: Te he adivinado bien! - Pero la vergüenza está en tu amor, y la mala conciencia- ¡eres como la luna!

A despreciar lo terrenal ha sido persuadido tu espíritu, pero no tus entrañas: ¡éstas, sin embargo, son las más fuertes en ti!

Y ahora tu espíritu se avergüenza de estar al servicio de tus entrañas, y va por caminos y senderos mentirosos para escapar de su propia vergüenza.

"Eso sería lo más elevado para mí" -así se dice tu espíritu mentiroso- "contemplar la vida sin deseo, y no como el perro, con la lengua colgante:

Ser feliz mirando: con la voluntad muerta, libre de las garras y de la codicia del egoísmo- ¡frío y gris ceniza por todas partes, pero con ojos de luna embriagados!

Eso sería lo más querido para mí"- así se seduce el seducido,- "amar la tierra como la ama la luna, y con el ojo sólo sentir su belleza.

Y a esto le llamo percepción inmaculada de todas las cosas: no querer nada más de ellas, sino permitirse estar ante ellas como un espejo con cien facetas".

¡Oh, disimuladores sentimentales, codiciosos! Carecéis de inocencia en vuestro deseo: ¡y ahora difamáis el desear por ello!

Ni como creadores, ni como procreadores, ni como jubiladores amáis la tierra.

¿Dónde está la inocencia? Donde hay voluntad de procreación. Y quien busca crear más allá de sí mismo, tiene para mí la voluntad más pura.

¿Dónde está la belleza? Donde debo querer con toda mi Voluntad; donde amaré y pereceré, para que una imagen no siga siendo sólo una imagen.

Amar y perecer: han rimado desde la eternidad. Querer amar: es estar dispuesto también a la muerte. ¡Así os hablo a vosotros, cobardes!

¡Pero ahora su miramiento emasculado profesa la "contemplación"! ¡Y lo que puede ser examinado con ojos cobardes debe ser bautizado como "bello"! ¡Oh, violadores de los nombres nobles!

Pero será vuestra maldición, vosotros inmaculados, vosotros puros discernidores, que nunca daréis a luz, aunque estéis anchos y rebosantes en el horizonte.

Os llenáis la boca de palabras nobles: ¿y hemos de creer que vuestro corazón rebosa, cozadores?

Pero mis palabras son pobres, despreciables y balbuceantes: de buena gana recojo lo que se cae de la mesa en vuestros banquetes.

Pero aún así puedo decir la verdad a los disimuladores. Sí, mis huesos de pescado, mis conchas y mis hojas espinosas harán cosquillas en las narices de los disimuladores.

El aire malo está siempre en torno a ti y a tus banquetes: ¡tus pensamientos lascivos, tus mentiras y tus secretos están realmente en el aire!

Atrévanse sólo a creer en sí mismos, en sí mismos y en su interior. Quien no cree en sí mismo siempre miente.

Una máscara de Dios habéis colgado delante de vosotros, "puros": en una máscara de Dios se ha arrastrado vuestra execrable serpiente enroscada.

Verdaderamente engañáis, vosotros "contemplativos". Incluso Zaratustra fue en su día el incauto de tu exterior divino; no adivinó el rollo de serpiente con el que estaba embutido.

Un alma de Dios, una vez creí ver jugando en tus juegos,¡puros discernidores! ¡No soñé una vez con mejores artes que las vuestras!

Suciedad de serpientes y mal olor, la distancia me ocultó: y que un oficio de lagarto merodeaba lascivamente por allí.

Pero me acerqué a ti: luego me llegó el día,- y ahora te llega a ti,- ¡se acabó el amor de la luna!

¡Mira allí! ¡Sorprendida y pálida se encuentra ante el amanecer rosado!

Pues ya viene ella, la resplandeciente,- ¡viene su amor a la tierra! Inocencia, y deseo creador, ¡es todo amor solar!

¡Mira allí, cómo viene impaciente sobre el mar! ¿No sientes la sed y el aliento caliente de su amor?

En el mar mamaría, y bebería sus profundidades a su altura: ahora se levanta el deseo del mar con sus mil pechos.

Besada y chupada sería por la sed del sol; ¡vapor se convertiría, y altura, y camino de luz, y luz misma!

Como el sol amo la vida, y todos los mares profundos.

Y esto significa para mí el conocimiento: ¡todo lo que es profundo ascenderá hasta mi altura!

Así habló Zaratustra.

 

 

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