Electra, La Sombra De Eleuteria, que vagamente se destaca en la obscuridad del fondo. Electra avanza hacia ella. Quedan las figuras una frente a otra, a la menor distancia posible.
La Sombra. Tu madre soy, y a calmar vengo las ansias de tu corazón amante. Mi voz devolverá la paz a tu conciencia. Ningún vínculo de naturaleza te une al hombre que te eligió por esposa. Lo que oíste fue una ficción dictada por el cariño para traerte a nuestra compañía y al sosiego de esta santa casa.
Electra. ¡Oh, madre, qué consuelo me das!
La Sombra. Te doy la verdad, y con ella fortaleza y esperanza. Acepta, hija mía, como prueba del temple de tu alma, esta reclusión transitoria, y no maldigas a quien te ha traído a ella... Si el amor conyugal y los goces de la familia solicitan tu alma, déjate llevar de esa dulce atracción, y no pretendas aquí una santidad que no alcanzarías. Dios está en todas partes... Yo no supe encontrarle fuera de aquí... Búscale en el mundo por senderos mejores que los míos, y... (La Sombra calla y desaparece en el momento en que suena la voz de Máximo.)