ESCENA IV

Máximo, Electra.

Electra (volviendo de lo interior). Dormiditos están como unos ángeles. Allá les dejo media hora más reponiendo en el sueño sus cuerpecitos fatigados.

Máximo. Hija, debemos mirar por nuestros cuerpecitos... o nuestros corpachones. ¿Comemos?

Electra. Cuando quieras. Todo lo tengo pronto. (Dirígese al aparador donde tiene la vajilla, cubiertos, mantel y servilletas, frutero.)

Máximo. Eso me gusta. Todo a punto. Así se llega siempre adonde se quiere ir.

Electra(extiende el mantel). De eso trato... Pero con todo mi tino no llegaré, ¡ay!

Máximo. Déjame que te ayude a poner la mesa. (Electra le va dando platos y cubiertos, el vino, el pan.) Sí llegarás...

Electra. ¿Lo crees tú?

Máximo. Tan cierto como... como que tengo un hambre de cincuenta caballos.

Electra. Me alegro. Ahora falta que te guste la comida que te han hecho estas pobres manos.

Máximo. Tráela y veremos.

Electra. Al instante. (Corre al interior de la casa.)

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