ESCENA VIII

Electra, Máximo; después el Operario.

Electra (con tristeza). Pronto tendrás que ocuparte de la fusión, y yo...

Máximo. Y tú... naturalmente, volverás a tu casa...

Electra (suspirando). ¡Ay! no quiero pensar en la que se armará cuando yo entre...

Máximo. Tú oyes, callas y esperas...

Electra. ¡Esperar, esperar siempre! (Concluyen de comer. Electra se levanta y retira platos.) ¡Ay! si tú no miras por esta pobre huérfana, pienso que ha de ser muy desgraciada... ¡Es mucho cuento, señor! Evarista y Pantoja empeñados en que yo he de ser ángel, y yo... vamos, que no me llama Dios por el camino angelical.

Máximo (que se ha levantado y parece dispuesto a proseguir sus trabajos). No temas. Confía en mí. Yo te reclamaré como protector tuyo, como maestro...

Electra (aproximándose a él suplicante). Pero no tardes. Por la salud de tus hijos, Máximo, no tardes. Oye lo que se me ocurre: ¿por qué no me tomas como a uno de tus niños, y me tienes como ellos y con ellos?

Máximo (con seriedad, muy afectuoso). ¿Sabes que es una excelente idea? Hay que pensarlo... Déjame que lo piense.

Operario (por el foro). El señor Marqués de Ronda.

Electra (asustada). ¡Oh! debo marcharme...

Máximo. No, hija: si es nuestro amigo, nuestro mejor amigo... Ya verás... (Al Operario.) Que pase. (Vase el Operario.)

Electra. Pensará tal vez...

Máximo. No pensará nada malo. ¿Has hecho café?

Electra. Iba a colarlo ahora... un café riquísimo... Sé hacerlo a maravilla.

Máximo. Tráelo... Convidamos al Marqués.

Electra. Bueno, bueno. Pues tú lo mandas... Voy por el café. (Vase gozosa, con paso ligero.)

Share on Twitter Share on Facebook