ESCENA XI

Electra, Máximo, el Marqués, Mariano

Electra (aterrada). Se fue... ¿Volverá?

Marqués. ¡Qué hombre! (Principia a obscurecer.)

Máximo. Más que hombre es una montaña que quiere desplomarse sobre nosotros y aplastarnos.

Marqués. Pero no caerá... Es un monte imaginario inofensivo.

Electra (consternada, buscando refugio junto a Máximo). Ampárame, Máximo. Quítame este terror.

Máximo. Nada temas. Ven a mí. (Le coge las manos.)

Marqués. Ya obscurece. Debemos irnos ya.

Electra. Vamos... (Incrédula y medrosa.) Pero de veras, ¿voy contigo?

Máximo. Unidos en este acto, como lo estaremos toda la vida...

Electra. ¿Contigo siempre? (Aumenta la obscuridad.)

Mariano (en la puerta de la izquierda). ¡Señor, el blanco deslumbrante!

Marqués (a Mariano). La fusión está hecha. Apaga los hornos.

Máximo (con gran efusión, besándole las manos). Alma luminosa, corazón grande, contigo siempre... Voy a decir a nuestros tíos que te reclamo, que te hago mía, que serás mi compañera y la madrecita de mis hijos.

Electra (acongojada, como si la alegría la trastornase). No me engañes... ¿Viviré con tus niños, seré entre ellos la niña mayor... seré tu mujer?

Máximo (con fuerte voz). Sí, si. (Iluminada la sala del fondo, resplandece con viva claridad toda la escena.)

Marqués. Vámonos... Ya viene la noche.

Electra. Es el día... ¡Día eterno para mí! (Máximo la enlaza por la cintura y salen. El Marqués tras ellos.)

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