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Lo relativo a Poro, el mismo Alejandro escribió en sus cartas como había pasado; porque dice que corriendo de Hidaspes, en medio de los dos campamentos, tenía Poro colocados al frente los elefantes para guardar el paso, y que él, por su parte, movía todos los días mucha, bulla y alboroto en su campo a fin de acostumbrar a los bárbaros a no hacer alto en ello ni temerlo; que en una noche de las propias de invierno, en que no lucía la Luna, tomando algunas tropas de las de a pie y lo más florido de la caballería, se alejó mucho de los enemigos y pasó hasta una isleta de no grande extensión, que allí le cogió una grande lluvia, y siendo muchos los relámpagos y rayos que parecían dirigirse al campamento, aun en medio de ver que muchos eran abrasados y consumidos de ellos, movió de la isleta para pasar a la opuesta orilla; mas yendo crecido y fuera de madre el Hidaspes a causa de la tempestad, había hecho una gran rotura e inundación, corriendo por ellas las aguas en notable cantidad, y pudo ponerse en el terreno intermedio, con poca seguridad, por ser éste resbaladizo y estar mojado. Cuéntase haber prorrumpido allí en esta expresión: “Ahora creeríais ¡oh Atenienses! cuántos trabajos aguanto por ser celebrado entre vosotros.” Pero esto quien lo refiere es Onesícrito; el mismo Alejandro dice que, dejando las lanchas, pasaron armados la inundación, con agua hasta el pecho. Pasado que hubo, se adelantó con la caballería unos veinte estadios, haciendo cuenta que si los enemigos acometiesen con esta arma, mejor los vencería, y si quisiesen mover su batalla, también le llegaría a él con anticipación su infantería; y sucedió lo primero: porque habiendo cargado mil caballos y sesenta carros, los puso en huída, habiendo tomado todos los carros y muerto trescientos hombres. Entendió con esto Poro que el mismo Alejandro estaba ya de aquel lado, por lo que puso en movimiento todo su ejército, a excepción de algunas tropas que fue preciso dejar para que estorbaran el paso a los Macedonios. Alejandro, por temor de los elefantes y del gran número de los enemigos, dice que cargó oblicuamente por el ala izquierda, dando orden a Ceno de que acometiese por la derecha; que por una y otra fueron los enemigos rechazados, y retirándose siempre hacia los elefantes, los que iban de vencida, allí se embarazaban y confundían; y que trabado el combate al salir el Sol, con dificultad a la hora octava cedieron los enemigos. Esto es lo que el mismo ordenador de esta batalla refirió en sus cartas. Los más de los historiadores convienen en que Poro sobrepujaba la estatura ordinaria en cuatro codos y un palmo, y que a caballo nada le faltaba para quedar igual con el elefante por la talla y robustez de su cuerpo; y eso que el tal elefante de que usaba era de los más grandes; el cual manifestó en esta ocasión una extraordinaria inteligencia y sumo cuidado del rey, pues mientras éste se sostuvo con vigor le defendió encolerizado de los que le acometían, haciéndolos pedazos, mas cuando percibió que desfallecía por el gran número de dardos y heridas, temeroso de que cayese de golpe, se inclinó blandamente al suelo doblando las rodillas, y cogiendo después suavemente con la trompa los dardos, se los fue sacando de uno en uno. Preguntando Alejandro a Poro cuando ya quedó cautivo cómo quería le tratase: “Regiamente” le respondió; y replicándole Alejandro si no tenía más que añadir: “Con decir regiamente, está todo dicho” le repuso. Dejóle, pues, autoridad, no sólo sobre sus antiguos súbditos, con el nombre de sátrapa, sino que le añadió nuevo territorio, habiendo sujetado los pueblos libres, que eran quince naciones, en varias ciudades principales, y muchas aldeas. Conquistó asimismo otra región tres veces mayor, de la que constituyó sátrapa a Filipo, uno de sus amigos.

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