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En este estado, vuelven los más los ojos hacía Marco Bruto, que por parte de padre parecía ser de aquel linaje, y por parte de madre, del de los Servilios, casa también muy principal, y que era al mismo tiempo yerno y sobrino de Catón. Para que él por sí mismo intentara la destrucción de la nueva monarquía debían retardarle los honores y beneficios recibidos de César, pues no sólo consiguió salvarse después de la fuga de Pompeyo y con sus ruegos alcanzó el perdón de muchos de los de aquel partido, sino que gozaba cerca de él de la mayor confianza. De su mano había recibido la primera de las preturas e iba a ser cónsul al cuarto año, siendo preferido a Casio, que compitió con él; porque se refiere haber dicho César que Casio alegaba más justicia, pero él no dejaría en blanco a Bruto. Así, en una ocasión, habiéndole denunciado algunos a Bruto, cuando ya la conjuración estaba formada, no hizo caso, sino que, pasándose la mano por el cuerpo, dijo a los denunciadores: “Bruto aguarda este cuerpo”; dando a entender que, aunque por su virtud lo creía digno de mandar, no temía que por el mando se hiciera ingrato y malo. Mas los que aspiraban a la mudanza, aunque desde luego pusieron la vista en Bruto, o solo o el primero, no se atrevían a proponérsela, sino que por la noche llenaban el tribunal y la silla curul, en que como pretor daba audiencia, de billetes, que por lo común se reducían a esto: “¿Duermes, Bruto? Tú no eres Bruto”. Como Casio percibiese que con ellos poco a poco se iba inflamando su ambición, le visitaba con más frecuencia que antes y le estimulaba también por las causas particulares de odio que tenía contra César, que eran las que en la vida de Bruto tenemos manifestadas. A su vez, César tenía sospechas de Casio, tanto, que en una ocasión dijo a sus amigos: “¿Qué os parece que trae Casio entre manos? Porque a mí no me agrada mucho al verle tan pálido”. Y se cuenta que otra vez, habiéndosele hecho delación contra Antonio y Dolabela sobre que intentaban novedades, respondió: “No tengo ningún miedo a estos gordos y de mucho cabello, sino a aquellos pálidos y flacos”; diciéndolo por Casio y por Bruto.

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