Siendo éste el carácter de Antonio, se le agregó por último mal el amor de Cleopatra, porque despertó e inflamó en él muchos afectos hasta entonces ocultos e inactivos, y si había algo de bueno y saludable con que antes se hubiese contenido lo borró y destruyó completamente. El enredarse en él fue de esta manera: Habiendo de emprender la guerra Pártica, le envió orden de que pasara a verse con él en la Cilicia, para responder a los cargos que se le hacían sobre haber socorrido y auxiliado largamente a Casio para la guerra. Delio, que fue mensajero, luego que vio su semblante y en sus palabras descubrió su talento y sagacidad, al punto se impuso de que Antonio no haría mal ninguno a una mujer como aquella, sino que más bien sería, desde luego, la que privase con él. Conviértese, pues, a obsequiar y ganarse aquella egipcia persuadiéndola, según aquello de Homero, a que fuera a la Cilicia “compuesta y adornada”, y no temiera a Antonio, que era el más dulce y humano de todos los generales, Creyó Cleopatra a Delio, y conjeturó por César y por el hijo de Pompeyo, a quienes siendo todavía mocita había tratado, que le había de ser muy fácil el apoderarse de Antonio, porque aquellos la habían conocido de muy joven y sin experiencia de mundo, y a éste iba a verle en aquella edad en que la belleza de las mujeres está en todo su esplendor y la penetración en su mayor fuerza. Previno, pues, dones, riquezas y adornos, cuales convenía llevase yendo a tratar grandes negocios de un reino opulento, y, sobre todo, puso en sí misma y en sus arterias y atractivos las mayores esperanzas; y así emprendió su viaje.