De la madre de Bruto, Servilla, era hermano Catón el filósofo, a quien sobre todos se propuso imitar Bruto, siendo su tío, y después su suegro. De los filósofos griegos, para decir la verdad, ninguna secta le era nueva o extraña, aunque más particularmente se había dedicado a las de los discípulos de Platón, y no siendo muy adicto a la Academia llamada nueva o media, estaba decidido por la antigua. Miró siempre con admiración a Antíoco Escalonita, e hizo su amigo y comensal al hermano de éste, Aristón, varón inferior a muchos filósofos en la elocuencia y erudición, pero en su probidad y modestia comparable a los primeros. Por lo que hace a Émpilo, de quien él mismo y sus amigos hacen mención en sus cartas, tratándole igualmente de su comensal, era orador y dejó una relación pequeña, pero no despreciable, de la muerte de César, la que se intitulaba Bruto. Ejercitóse éste en latín lo bastante para las arengas y para las contiendas del foro, y en griego se descubre por algunas de sus cartas que se dedicó a imitar la concisión sentenciosa de los Espartanos, como cuando escribió a los de Pérgamo, hallándose ya en la guerra: “Oigo que habéis dado dinero a Dolabela: si lo habéis dado por vuestra voluntad, reconoced que habéis hecho mal, y si ha sido por fuerza, hacédmelo ver con darme a mí voluntariamente”. Otra vez a los de Samo: “Vuestros consejos celebrados con negligencia. Y vuestros auxilios tardíos, ¿qué fin pensáis que tendrán?” En otra carta acerca de los de Pátara: “Los Jantios, por haber despreciado mis beneficios hicieron de su patria el sepulcro de su simpleza; y los Patareos, que se pusieron confiados en mis manos para todo, gozan de su libertad; está, pues, en vuestro arbitrio el optar entre el juicio de los Patareos y la suerte de los Jantios”. Éste es el estilo, de sus cartas.