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Estando Porsena sobre Roma, fue además afligida la ciudad con hambre, y otro ejército de Tirrenos salió por sí mismo a talar el país. Publícola elegido cónsul por tercera vez, aunque juzgó que no debía oponerse de otro modo a Porsena que estándose dentro del recinto y defendiéndole, salió contra los otros Tirrenos, y viniendo a las manos los derrotó, matando unos cinco mil de ellos. Lo sucedido con Mucio es referido por muchos y de muchas maneras: habré, sin embargo, de decir acerca de ello lo que pasa por cierto entre los más, y lo que yo mismo creo. Era hombre tenido por bueno en toda virtud, y en las artes de la guerra muy aventajado: puesto, pues, en celada con determinación de dar muerte a Porsena, se introdujo en su campo, vestido a la etrusca, y usando el mismo lenguaje. Internóse hasta el tribunal donde el rey estaba sentado; mas no conociéndole bien, y temiendo descubrirse si hacía alguna pregunta, desenvainó la espada y atravesó al primero que le pareció ser el rey entre todos los que con él estaban. Prendiéronle al punto por el hecho, e iban a castigarle; y habiendo allí un braserillo con fuego, el que habían traído para cierto sacrificio que había de hacer el rey, puso en el la diestra, y tostándose la carne, se estuvo mirando al rey de hito en hito con semblante firme e inalterable, hasta que asombrado éste lo dejó libre, y lo despidió del tribunal, volviéndole su espada, la que él tomó alargando para ello la mano izquierda; y de aquí dicen que se le originó la denominación de Escévola, que quiere decir zurdo. Dijo entonces que él había podido hacerse superior al miedo que Porsena quería infundirle; pero se veía vencido de su virtud: así que, movido de agradecimiento, indicaría lo que no se le habría arrancado por la fuerza: “Que trescientos Romanos- continuó-, con la misma determinación que yo tenía, discurren por tu campo, espiando la oportunidad; a mí la suerte me destinó a ser quien empezase, y no maldigo mi fortuna por haber errado respecto de un hombre virtuoso, y más digno de ser romano que no nuestro enemigo”. Al oír esto Porsena le dio crédito y quedó más dispuesto para tratar de paz; no tanto en mi entender por el miedo de los trescientos como prendado y maravillado del ánimo y virtud de los Romanos. A este joven le llaman todos Mucio Escévola, con los dos nombres juntos; pero Atenodoro el de Sandón, en su libro a Octavia, la hermana de César, dice que también se llamaba Opsígono.

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