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Cuando ya el Medo venía sobre la Grecia, y los Atenienses deliberaban acerca del general que habían de elegir, dícese que, desistiendo todos los demás de buena gana del generalato, asustados del peligro sólo Epicides el de Eufémidos, que era un demagogo hábil en el decir, pero de espíritu tímido, y que se dejaba vencer por los intereses, se atrevió a aspirar al mando, viéndose desde luego que había de tener mucho partido en la elección, y que entonces Temístocles, temiendo que todo se arruinase si el mando recaía en tales manos, compró la ambición de Epicides a fuerza de dinero. También es celebrado lo que ejecutó con el intérprete que trajeron los legados del rey para pedir la tierra y el agua, y fue que, echándole mano, en virtud de decreto de la república, le quitó la vida, porque se había atrevido a emplear la lengua griega para órdenes de los bárbaros. Igualmente lo decretado contra Artmio el Zeleita; porque, a propuesta de Temístocles, se le declaró infame a él, a sus hijos y toda su descendencia, porque había traído a Grecia el oro de los Persas. Mas lo mayor de todo fue haber disipado todas las guerras de los Griegos, y haber reconciliado a todas las ciudades entre sí, persuadiéndoles que por la guerra inminente debían renunciar a sus enemistades; en, lo que se dice haber cooperado con él en gran manera Quileos el de Arcadia.

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