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Así fue tomada Roma de un modo extraño, y de un modo más extraño todavía recuperada, habiendo estado siete meses cumplidos en poder de los bárbaros, porque habiendo entrado pocos días después de los idus de Julio, fueron expelidos hacia los idus de Febrero. Camilo obtuvo el triunfo, como era muy debido, habiendo sido el salvador de una patria que ya habían perdido, y el que restituyó Roma a Roma misma, pues los que estaban fuera acudieron y se presentaron con sus mujeres y sus hijos, y los sitiados en el Capitolio, a quienes faltó muy poco para perecer de hambre, les salían al encuentro llorando de gozo, sin acabar de creer lo que les pasaba. Los sacerdotes y custodios de los templos de los Dioses, trayendo salvas las cosas sagradas que habían escondido al huir, o llevado consigo, las ponían de manifiesto a los ciudadanos, que ansiaban verlas y las recibían gozosos, como si fuesen los Dioses mismos los que otra vez tornaban a Roma. Sacrificó luego a los Dioses, y purificando la ciudad, hechos los ritos por aquellos a quienes correspondía, restableció los templos que había y edificó de nuevo el de la Fama y buen agüero, eligiendo aquel lugar en que por la noche anunció a Cedicio Marco una voz prodigiosa la irrupción de los bárbaros.

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