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Clamaban contra Pericles los oradores del partido de Tucídides, diciendo que dilapidaba el tesoro y disipaba las rentas; y él preguntó en junta al pueblo si le parecía que gastaba mucho. Respondiéronle que muchísimo; y entonces: “Pues no se gaste- dijo- de vuestra cuenta, sino de la mía; pero las obras han de llevar sólo mi nombre”. Al decir esto Pericles, ora fuese por que se maravillaran de su magnanimidad, ora por que ambicionaran la gloria de tales obras, gritaron a porfía, ordenándole que gastase y expendiese sin excusar nada. Finalmente, traído a contienda con Tucídides sobre el ostracismo, y puesto en riesgo, consiguió desterrar a éste, y disipar la facción que le era opuesta.

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