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Con todo, a Pericles nada de esto le hizo fuerza, sino que, sufriendo resignadamente y en silencio los baldones y el odio, y enviando al Peloponeso una armada de cien naves, él no se embarcó; y antes prefirió quedarse en casa, teniendo siempre pendiente la ciudad de su mano hasta que los Peloponenses se retiraran. Para halagar a la muchedumbre, mortificada generalmente con aquella guerra, le distribuyó dineros, y decretó un sorteo de tierras; porque arrojando a todos los Eginetas, repartió la isla entre los Atenienses a quienes cupo la suerte. Érales asimismo de consuelo lo que a su vez padecían los enemigos; porque los que con sus naves costeaban el Peloponeso habían talado, gran parte del país y las aldeas y ciudades pequeñas, y por tierra, invadiendo él mismo el territorio de Mégara, lo arrasó enteramente. Así, aunque los enemigos habían causado gran daño a los Atenienses, como ellos no le hubiesen recibido menor de éstos por la parte del mar, era bien claro que no habrían prolongado tanto la guerra, y antes habrían tenido que ceder, como desde el principio lo había predicho Pericles, si algún mal Genio no se hubiera declarado contra los cálculos humanos. Ahora, por primera vez, sobrevino la calamidad de la peste, y se ensañó en la edad florida y pujante. Afligidos por ella en el cuerpo y en el espíritu, se irritaron contra Pericles, y enfurecidos contra él con la enfermedad como contra el médico o el padre, intentaron ofenderle a persuasión de sus contrarios, que decían haber producido aquel contagio la introducción en la ciudad de tanta gente del campo, a la que había precisado en medio del verano a apiñarse en casas estrechas y en tiendas ahogadas, teniendo que hacer una vida casera y ociosa, en vez de la libre y ventilada que llevaban antes; de lo cual era causa quien recogiendo dentro de los muros durante la guerra toda la muchedumbre que ocupaba la región, y no empleando en nada aquellos hombres, los tenía encerrados como reses, dando lugar a que se inficionaran unos a otros, sin proporcionarles respiración o alivio alguno.

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