Cuando estos decretos y estas condenaciones se pronunciaron estaba detenido en Argos, porque al fugarse de Turios lo primero que hizo fue irse al Peloponeso; pero temiendo a sus enemigos y renunciando del todo a su patria, escribió a Esparta pidiendo que se le ofreciese la impunidad, y dando palabra de que les haría favores y servicios que excedieran con mucho a los daños que antes les había causado. Concediéronselo los Esparcíatas, y recibido benignamente de ellos, luego que pasó allá, el primer servicio que al punto les hizo fue que, andando en consultas y dilaciones sobre dar auxilio a los Siracusanos, los movió y acaloró a que enviasen por general a Gilipo y quebrantasen las fuerzas que allí tenían los Atenienses; fue el segundo hacer que ellos mismos por sí moviesen a éstos guerra, y el tercero y más granado hacerles murar a Decelea, que fue lo que más perjudicó y contribuyó a la ruina de Atenas. Estimado, pues, por sus hechos públicos, y no menos admirado por su conducta privada, atraía y adulaba a la muchedumbre con vivir enteramente a la espartana; pues viéndole con el cabello cortado a raíz, bañarse en agua fría, comer puches y gustar del caldo negro, como que no creían, y antes dudaban fuertemente de que hubiese tenido nunca cocinero, ni hubiese usado de ungüentos, ni hubiese tocado su cuerpo la ropa delicada de Mileto. Porque entre las muchas habilidades que tenía, era como única y como un artificio para cazar los ánimos la de asemejarse e identificarse en sus afectos con toda especie de instituciones y costumbres, siendo en mudar formas más pronto que el camaleón; y con la diferencia de que éste, según se dice, hay un color, que es el blanco, al que no puede conformarse, pero para Alcibíades ni en bien ni en mal nada había que igualmente no copiase e imitase: así, en Esparta era dado a los ejercicios del gimnasio, sobrio y severo; en la Jonia, voluptuoso, jovial y sosegado; en la Tracia, bebedor y buen jinete; y al lado del sátrapa Tisafernes excedía su lujo y opulencia a la pompa persiana, no porque le fuera tan fácil como parece pasar de un método de vida a otro y admitir toda suerte de mudanza, sino porque conociendo que si usaba de su inclinación natural desagradaría a aquellos con quienes tenía que vivir, continuamente se acomodaba y amoldaba a la forma y manera que éstos preferían. En Lacedemonia, pues, en cuanto a su porte exterior, podía muy bien decirse: “No es éste el hijo de Aquiles, sino el mismo que pudiera haber formado Licurgo”; mas en la realidad cualquiera, según sus afectos y sus obras, hubiera podido gritarle: “Ésa es siempre la mujer de antaño”. Porque a Timea, mujer de Agis, mientras éste estaba ausente en el ejército, de tal manera la sacó de juicio, que de su trato se hizo embarazada, sin negarlo; y como hubiese sido varón el que dio a luz, para los de afuera se llamaba Leotíquidas: pero el nombre que al oído se le daba en casa por la madre entre las amigas y las confidentes era el de Alcibíades: ¡tan ciega de amor estaba la tal mujer!; y él, con desvergüenza, solía decir que no la había seducido por hacer agravio ni tampoco halagado del deleite, sino para que descendientes suyos reinasen sobre los Lacedemonios. Hubo muchos que denunciaron a Agis estos hechos; pero él principalmente se atuvo al tiempo; porque habiendo habido un terremoto, él, de miedo, saltó del lecho y del lado de su mujer, y después en diez meses no se ayuntó a ella; y como después de este tiempo hubiese nacido Leotíquidas, no le reconoció por hijo suyo; y por esta causa fue después Leotíquidas privado de suceder en el reino.