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Barreada Calcedonia de mar a mar, vino Farnabazo para hacer levantar el cerco, e Hipócrates, el gobernador, sacando también de la ciudad sus fuerzas, acometió a los Atenienses: mas Alcibíades, formando contra ambos su ejército, obligó a Farnabazo a huir cobardemente, y a Hipócrates y a muchos de los suyos los destrozó enteramente, alcanzando de ellos una señalada victoria. Navegó en seguida al Helesponto, donde anduvo recogiendo contribuciones, y tornó a Selibria, aventurando su persona sin consideración: porque los que habían de entregarle esta ciudad habían convenido en que levantarían una tea a la media noche: pero se vieron precisados a mostrarla antes de hora por temor de uno de los conjurados, que de repente se les había vuelto. Levantada, pues, la tea cuando la tropa no estaba todavía a punto, tomando consigo como unos treinta, marchó corriendo a la muralla, dejando orden de que los demás le siguiesen prontamente. Abriéronle la puerta cuando a los treinta se habían reunido veinte peltastas, o armados de rodela., y, entrando sin detención, percibió que los Selibrios venían de frente hacia él armados. De estarse quieto conoció que no había para él recurso; y el huir, habiendo sido invicto siempre hasta aquel día, no lo tuvo por de su carácter; hizo, pues, seña al trompeta de que impusiera silencio, y a uno de los que con él se hallaban le ordenó que gritase: “Atenienses, no hagáis armas contra los Selibrios”. Esta intimación hizo en unos el efecto de ser más remisos en el pelear, pareciéndoles que estaban dentro todos los enemigos, y en otros el de formar más lisonjeras esperanzas de favorable concierto. Mientras que entre sí conferenciaban sobre lo hacedero, le llegaron a Alcibíades todas las tropas, y conjeturando que las intenciones de los Selibrios eran pacíficas, temió que habían de saquear la ciudad los Tracios, los cuales eran en gran número, y por inclinación y amor a Alcibíades habían tomado las armas con la más pronta voluntad. Hízoles, pues, a todos salir de la población, y en nada ofendió a los Selibrios, que estaban recelosos, sino que, con haber recogido un impuesto y haber dejado guarnición se retiró.

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