Unos dicen que Roma, hija de Ítalo y de Leucaria, o, según otra tradición, de Télefo el de Heracles casada con Eneas, fue la que puso nombre a la ciudad; y otros, que no fue sino una hija de Ascanio el de Eneas. Según una sentencia, fue Romano, hijo de Ulises y de Circe, el que fundó a Roma; según otra, Remo el de Ematión, enviado por Diomedes desde Troya, y según otra, Romis, tirano de los Latinos, el que arrojó de allí a los Tirrenos, que de la Tesalia habían pasado a la Lidia, y de la Lidia a Italia. No sólo esto, sino que aun los que con más fundada razón designan a Rómulo como denominador de aquella ciudad, no convienen entre sí acerca de su origen; porque unos sostienen que fue hijo de Eneas y Doxitea la de Forbante, y que siendo niño, fue traído a la Italia con su hermano Remo, y habiéndose perdido en el río, que había salido de madre, los demás barcos, aquel en que navegaban los dos niños había arribado a una orilla muelle, y salvos, por tanto, inesperadamente, se puso al sitio el nombre de Roma; otros, que Roma, hija de aquella Troyana, la cual hija casó con Latino el de Telémaco, dio a luz a Rómulo; y otros, que fue Emilia la de Eneas y Lavinia, conocida por Marte. Finalmente, otros hacen en este punto relaciones del todo fabulosas: que Tarquecio rey de los Albanos, hombre sumamente injusto y cruel, tuvo dentro de su palacio una visión terrible: un falo que salió de entre el fuego, y estuvo permanente por muchos días. Había en el país Tirreno un oráculo de Tetis, del cual vino a Tarquecio la respuesta de que una virgen se ayuntase con la fantasma, porque nacería de ella un hijo muy esclarecido, excelente en virtud, en fortuna y en valor. Dio parte del oráculo Tarquecio a una de sus hijas, mandándole que se ayuntase a la fantasma; mas ésta lo miró con abominación, y envió a una de sus criadas. Cuando Tarquecio lo llegó a entender, lo llevó muy mal, e hizo prender a entrambas para darles muerte; pero habiéndosele aparecido Vesta entre sueños, y desaprobándole aquel rigor, les dio a tejer cierta tela, presas como estaban, tejida la cual habían de casarse: tejían ellas de día; pero de noche, por orden de Tarquecio, destejían otras lo tejido. Dio a luz la criada dos gemelos, y Tarquecio los entregó a Teracio con orden de que les diese muerte; pero éste los expuso a la orilla del río, donde una loba acudía a darles de mamar, y diversas aves, trayéndoles de su cebo, lo ponían en la boca a los niños, hasta que un vaquero que lo vio, y lo tuvo a maravilla, se atrevió a acercarse, y los llevó consigo; y habiéndose salvado por este medio, acometieron después a Tarquecio, y le vencieron. Así lo cuenta un historiador llamado Promatión, que dio a la luz una historia de Italia.