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En cuanto al dinero, de Alcibíades se cuenta haberle tomado muchas veces de los que querían regalarle y haberlo malgastado en lujo y en disoluciones; cuando dándoselo a Marcio con honor los generales, no pudieron convencerle, y por esto mismo se hizo más odioso a la muchedumbre en los altercados que sobre las usuras ocurrieron con la plebe, como que no por utilidad propia, sino por enemiga y desprecio, era contrario a los pobres. Antípatro, en una carta que escribió sobre la muerte del filósofo Aristóteles, dice, entre otras cosas: “Tuvo este varón hasta el don de llevarse tras sí las gentes”; y en Marcio el faltarle esta gracia hizo sus acciones y sus virtudes poco aceptas a los mismos que eran de él beneficiados, no pudiendo aguantar su altanería y aquel amor propio que, en sentir de Platón, es inseparable del aislamiento. Mas, por el contrario, en Alcibíades, que sabía sacar partido de cuantos se le acercaban, nada extraño era que sus felices hechos alcanzasen una brillante gloria acompañada de benevolencia y honor, cuando no pocas veces algunos de sus yerros encontraron gracia y aplauso. De aquí es que éste, con haber causado no pocos daños ni en ligeras cosas a la ciudad, sin embargo muchas veces fue nombrado caudillo y general, y aquel, con pedir una magistratura muy correspondiente a sus sobresalientes hechos y virtudes, se vio desairado; así, al uno, ni aun cuando recibían daño podían aborrecerle sus conciudadanos; y al otro, aun cuando le admiraban, no podían amarle.

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