Desarraigó, pues, Timoleón las tiranías y dio fin a las guerras del modo que se ha referido. En cuanto a la isla toda, que la encontró irritada con sus males y mirada con tedio de sus habitantes, de tal manera la aplacó e hizo apetecible, que vinieron otros habitantes a un punto del que antes se habían retirado sus propios ciudadanos; porque entonces se repoblaron Agrigento y Gela, ciudades grandes que hicieron los Cartagineses abandonar con motivo de la guerra ática; viniendo a habitar la una Megelo y Feristo desde Elea, y la otra Gorgo, desde Ceo, trayendo consigo a los antiguos ciudadanos. Así, procurando no solamente seguridad y reposo después de tales agitaciones a los que en ellas se establecían, sino proporcionándoles todavía otras muchas cosas, y dándoles aliento, fue de sus ciudadanos mirado y venerado como fundador. Los mismos eran los sentimientos de todos los demás hacia él, y ni en la terminación de una guerra, ni en la formación de una ley, ni en el establecimiento de una colonia, ni en el arreglo de un gobierno, parecía haberse acertado si él no intervenía, y si como perfeccionador de la obra no contribuía a exornarla, añadiéndole cierta gracia sobresaliente y como divina.