Tomadas también éstas, al mismo amanecer marchó Marcelo por los Hexápilos, dándole el parabién todos los caudillos que estaban a sus órdenes; mas de él mismo se dice que al ver y registrar desde lo alto la grandeza y hermosura de semejante ciudad, derramó muchas lágrimas, compadeciéndose de lo que iba a suceder, por ofrecerse a su imaginación qué cambio iba a tener de allí a poco en su forma y aspecto, saqueada por el ejército. En efecto, ninguno de los jefes se atrevía a oponerse a los soldados, que habían pedido se les concediese el saqueo, y aun muchos clamaban por que se le diese fuego y se la asolase. En nada de todo esto convino Marcelo, y sólo por fuerza y con repugnancia condescendió en que se aprovecharan de los bienes y de los esclavos, sin que ni siquiera tocaran a las personas libres, mandando expresamente que no se diese muerte, ni se hiciese violencia, ni se esclavizase a ninguno de los Siracusanos. Pues con todo de dar órdenes tan moderadas, concibiólo que iba a padecer aquella ciudad; y en medio de tan grande satisfacción, se echó de ver lo que padecía su alma al considerar que dentro de breves momentos iba a desaparecer la brillante prosperidad de aquel pueblo, diciéndose que no se recogió menos riqueza en aquel saqueo que la que se allegó después en el de Cartago; porque habiéndose tomado por traición de allí a poco tiempo las demás partes de la ciudad , todo lo saquearon, a excepción de la riqueza de los palacios del tirano, la cual fue adjudicada al erario público. Mas lo que principalmente afligió a Marcelo fue lo que ocurrió con Arquímedes: hallábase éste casualmente entregado al examen de cierta figura matemática, y, fijos en ella su ánimo y su vista, no sintió la invasión de los Romanos ni la toma de la ciudad. Presentósele repentinamente un soldado, dándole orden de que le siguiese a casa de Marcelo; pero él no quiso antes de resolver el problema y llevarlo hasta la demostración; con lo que, irritado el soldado, desenvainó la espada y le dio muerte. Otros dicen que ya el Romano se le presentó con la espada desnuda en actitud de matarle, y que al verle le rogó y suplicó que se esperara un poco, para no dejar imperfecto y oscuro lo que estaba investigando; de lo que el soldado no hizo caso y le pasó con la espada. Todavía hay cerca de esto otra relación, diciéndose que Arquímedes llevaba a Marcelo algunos instrumentos matemáticos, como cuadrantes, esferas y ángulos, con los que manifestaba a la vista la magnitud del Sol, y que dando con él los soldados, como creyesen que dentro llevaba oro, le mataron. Como quiera, lo que no puede dudarse es que Marcelo lo sintió mucho, que al soldado que le mató de su propia mano le mandó retirarse de su presencia como abominable, y que habiendo hecho buscar a sus deudos los trató con el mayor aprecio y distinción.