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Admirado y celebrado por las proezas que allá hizo, regresó otra vez al Peloponeso, y halló que Filipo había ya sido vencido por Tito Flaminino, y que a Nabis lo perseguían con guerra los Aqueos y los Romanos; nombrado inmediatamente general contra él, como probase la suerte de un combate naval, le sucedió lo que a Epaminondas, que fue perder de su valor y gloria, habiendo peleado muy desventajosamente en el mar; aunque de Epaminondas dicen algunos que no pareciéndole bien que sus ciudadanos gustasen de las utilidades que la navegación produce, no fuese que insensiblemente, de infantes inmobles, según la expresión de Platón, se los hallase trocados en marineros y hombres perdidos, dispuso muy de intento que del Asia y de las islas se volviesen sin haber hecho cosa alguna. Mas Filopemen, muy persuadido de que la ciencia que tenía en las cosas de la tierra le había de servir también para las del mar, muy luego se desengañó de lo mucho que el ejercicio conduce para el logro de las empresas y cuán grande es para todo el poder de la costumbre; porque no sólo llevó lo peor en el combate naval por su impericia, sino que escogió una nave, antigua, sí, y célebre por cuarenta años, pero que no bastaba a sufrir la carga que le impuso, e hizo con esto que corrieran gran riesgo los ciudadanos. Observando después que en consecuencia de este suceso le miraban con desdén los enemigos, por parecerles que había desertado del mar, y habiendo éstos puesto sitio con altanería a Gitio, navegó al punto contra ellos, cuando no lo esperaban, descuidados con la victoria; y desembarcando de noche los soldados, les ordenó que tomasen fuego, y aplicándolo a las tiendas les abrasó el campamento, haciendo perecer a muchos. De allí a pocos días repentinamente les sobrecogió Nabis en la marcha, atemorizando a sus Aqueos, que tenían por imposible salvarse en un sitio muy áspero y muy conocido de los enemigos; mas él, parándose un poco y dando una ojeada al terreno, hizo ver que la táctica es lo sumo del arte de la guerra; en efecto, moviendo un poco su batalla y dándole la formación que el lugar exigía, fácil y sosegadamente se hizo dueño del paso, y cargando a los enemigos los desordenó completamente. Mas como advirtiese que no huían hacia la ciudad, sino que se habían dispersado acá y allá por el país, que sobre ser montuoso y cubierto de maleza era inaccesible a la caballería por las muchas acequias y torrentes, impidió que se siguiera el alcance, y se acampó todavía con luz; pero conjeturando que los enemigos se valdrían de las tinieblas para recogerse a la ciudad de uno en uno y de dos en dos, colocó en celada en los barrancos y collados a muchos soldados aqueos, armados de puñales, con el cual medio perecieron la mayor parte de los de Nabis; porque no haciendo la retirada en unión, sino como casualmente habían huido, perecían en las inme- diaciones de la ciudad, cayendo a la manera de las aves en manos de los enemigos.

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