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Esto fue lo que hicieron los Aqueos; mas Dinócrates, temiendo en gran manera que en el tiempo mismo hallase su salvamento Filopemen, y deseando prevenir las disposiciones de los Aqueos, luego que fue de noche y que la muchedumbre de los Mesenios se retiró, abriendo el calabozo hizo entrar en él al ministro público, y ordenó que llevando un veneno se le propinara, sin apartarse de allí hasta que lo hubiese bebido. Estaba echado sobre su manto sin dormir, entregado al pesar y sobresalto; cuando vio luz y cerca de sí aquel hombre que tenía en la mano la taza de veneno, incorporándose con mucho trabajo, a causa de su debilidad, se sentó, y tomando la taza le preguntó si tenía alguna noticia de sus soldados, y especialmente de Licortas. Respondióle el ministro que los más habían logrado salvarse; dio con la cabeza señal de aprobación, y mirándole benignamente, “buena noticia me da,- le dijo-, pues que no todo lo hicimos desgraciadamente”; y sin decir ni articular más palabra, bebió y volvió otra vez a acostarse. El veneno no encontró obstáculo para producir su efecto, pues estando tan débil lo acabó muy pronto.

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