Siendo ya inaguantable en su cólera por la melancolía, exaltada por la vejez, acaloró a los Éforos, persuadiéndoles que enviaran guarnición contra ellos, y encargándose del mando, marchó con las tropas. Más adelante enviaron también a Pausanias con un ejército, y éste, rodeado el Citerón, se dirigía a invadir la Beocia pero Lisandro se le adelantó por la Fócide con la mucha gente que tenía a sus órdenes, y tomando a Orcomene, que voluntariamente se le entregó, pasó por Lebadea y la taló. Envió de allí a Pausanias una carta, previniéndole que de Platea pasase a Haliarto, pues él, al rayar el día, estaría ya sobre las murallas de los Haliartios. Esta carta vino a poder de los Tebanos por haber tropezado con unos exploradores el que la llevaba. Los Tebanos, habiendo acudido en su socorro los Atenienses, encomendaron a éstos su ciudad, y ellos, marchando al primer sueño, se anticiparon un poco a Lisandro en llegar a Haliarto, entrando alguna parte de la gente en la ciudad. Determinó aquel, por lo pronto, acampando su ejército en un collado, esperar allí a Pausanias; pero ya muy entrado el día, como no le fuese dado permanecer, tomó las armas y, exhortando a los aliados, marchó en derechura por el camino con su tropa formada hacia las murallas. De los Tebanos, los que habían quedado fuera, dejando a la ciudad a la izquierda, se dirigieron contra la retaguardia de los enemigos junto a la fuente llamada Cisusa, en la que, según la fábula, lavaron sus nodrizas a Baco recién nacido, pues su agua, brillante con un cierto color de vino, es sumamente transparente y muy dulce de beber. Nacen, no lejos de ella, estoraques de Creta, lo que los Haliartios tienen por señal de haber residido allí Radamanto, cuyo sepulcro muestran, llamándole Alea. Hállase también cerca el sepulcro de Alcmena, porque dicen que fue allí enterrada, habiendo casado con Radamanto después de la muerte de Anfitrión. Los Tebanos de la ciudad, que se hallaban formados con los Haliartios, hasta allí se habían estado quietos; pero cuando vieron que Lisandro, entre los primeros, avanzaba contra las murallas, abrieron de repente las puertas y, saliendo con ímpetu, le dieron muerte, juntamente con el agorero y con algunos pocos de los demás; porque la mayor parte huyeron precipitadamente a incorporarse con la hueste; mas como los Tebanos no se detuviesen sino que fuesen en su seguimiento, todos se entregaron a la fuga por aquellas alturas, pereciendo unos mil de ellos. Perecieron también unos trescientos Tebanos que persiguieron a los enemigos por las mayores asperezas y derrumbaderos. Estaban éstos notados de partidarios de los Lacedemonios, y para lavarse ante sus conciudadanos de esta mancha habían tenido en la persecución poca cuenta con sus personas, y esto fue lo que los condujo a su perdición.