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Nombrado cuestor, se embarcó para el África con Mario, cuando éste, cónsul por vez primera, partió a hacer la guerra a Yugurta. Llegado al ejército, dio ventajosa idea de sí en muchas cosas, y aprovechando la ocasión trabó amistad con Boco, rey de los Númidas, porque habiendo dado acogida y tratado con distinción a unos embajadores suyos en ocasión de huir de una cuadrilla de salteadores que al modo numídico los acometieron, se los envió, haciéndoles regalos y dándoles escolta que los llevase con seguridad. Era Yugurta suegro de Boco, y hacía tiempo que éste le temía y lo tenía en odio; y como entonces hubiese sido vencido y se hubiese acogido a él, armándole asechanzas, envió a llamar a Sila, queriendo más que la prisión y entrega de Yugurta se hiciera por medio de éste, que no directamente por su mano. Comunicándolo, pues, con Mario y tomando unos cuantos soldados, se arrojó Sila a un grave peligro, por cuanto, confiado en un bárbaro infiel a los suyos, para apoderarse de otro hizo entrega de sí mismo. Hecho Boco dueño de ambos, y puesto en la necesidad de faltar a la fe con el uno o el otro, estuvo muy indeciso en el partido que tomaría; pero al fin se determinó por la primera traición, y puso a Yugurta en manos de Sila. El que triunfó por este hecho fue Mario; pero la gloria del vencimiento, que la envidia contra Mario le atribuía a Sila, tácitamente ofendía sobremanera el ánimo de aquel, porque el mismo Sila, vanaglorioso por carácter, y que entonces por la primera vez, saliendo de la oscuridad y siendo tenido en algo, empezaba a tomar el gusto a los honores, llegó a tal punto de ambición, que hizo grabar esta hazaña en un anillo, del que usó ya siempre en adelante. En él estaba Boco retratado en actitud de entregar, y Sila en la de recibir, a Yugurta.

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