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Sin embargo de haber templado así Licurgo su gobierno, viendo todavía sus sucesores una oligarquía inmoderada y demasiado fuerte, o, según la expresión de Platón, hinchada y ambiciosa, la contuvieron como con un freno con la autoridad de los Éforos unos ciento y treinta años después de Licurgo, habiendo sido el primero que fue nombrado Éforo Élato, en tiempo del rey Teopompo; de quien se cuenta que, motejado por su mujer de que dejaba a sus hijos menor autoridad de la que había recibido le respondió: “Antes mayor cuanto más duradera”; porque, en realidad, con perder lo que en ella había de exceso, se libró de peligro; tanto, que no le sobrevinieron los males que los Mesenios y Argivos causaron a sus reyes, por no haber querido éstos ceder o relajar en favor del pueblo ni un punto de su autoridad: lo que hizo del todo patente la sabiduría y previsión de Licurgo a los que pusieron la vista, en las sediciones y desastrados gobiernos de los Mesenios y Argivos, pueblos vecinos suyos, y enlazados en parentesco, como lo eran sus reyes; pues habiendo sido al principio iguales, y aun, al parecer, mejor librados en el repartimiento, con todo les duró el bienestar muy poco tiempo, trastornada su constitución, de parte de los reyes por su altanería, y de parte de los pueblos por su inobediencia; manifestándose de este modo que fue una felicidad casi divina para Esparta haber tenido quien así concertase y templase su gobierno, pero esto fue más adelante.

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