Parécenos, cuando bien lo examinamos, que Luculo puede ser comparado a Cimón, porque ambos fueron guerreros e insignes contra los bárbaros, suaves en su gobierno, y que dieron respectivamente a su patria alguna respiración de las convulsiones civiles: uno y otro erigieron trofeos y alcanzaron señaladas victorias; pues ninguno entre los Griegos llevó a países tan lejanos la guerra antes de Cimón, ni entre los Romanos antes de Luculo, si ponemos fuera de esta cuenta a Heracles y Baco, y lo que como cierto y digno de fe haya podido llegar desde aquellos tiempos a nuestra memoria, de Perseo contra los Etíopes o Medos y los Armenios, o de las hazañas de Jasón. También pueden reputarse parecidos en haber dejado incompletas sus acciones guerreras, pues uno y otro debilitaron y quebrantaron a su antagonista, mas no acabaron con él. Sobre todo, lo que más los asemeja y acerca uno a otro es aquella festividad y magnificencia para los convites y agasajos y la jovialidad y esplendidez en todo su porte. Acaso omitiremos algunos otros puntos de semejanza, pero no será difícil recogerlos de la misma narración.