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-Vinieron en esto legados de los Segestanos y Leontinos, con la pretensión de que los Atenienses enviaran una expedición contra la Sicilia; mas, sin embargo de que Nicias lo contradecía, aun antes de que sobre este objeto se celebrase junta pública, fue ya arrollado por las sugestiones, y, sobre todo, por la ambición de Alcibíades, el cual, con esperanzas, había ganado a la muchedumbre y con sus discursos la había alucinado, hasta tal punto, que los jóvenes en las palestras y los ancianos sentados en sus talleres o en sus reuniones diseñaban el plan de la Sicilia, describían el mar que la rodea y los puertos y sitios por donde más se avecina al África. Porque no se contentaban con ganar la Sicilia en aquella guerra, sino que la miraban como escala para entrar desde allí en lid con los Cartagineses, y dominar en el África y en todo aquel mar, hasta las columnas de Heracles. Viéndolos, pues, con semejantes proyectos, hizo esfuerzos Nicias por disuadirlos, pero halló muy pocos hombres de poder e influjo que se pusieran a su lado; porque la gente acomodada, por no dar idea de que huían de servir y de contribuir para el armamento de las galeras, nada hicieron o dijeron. Con todo, no desistió o se dio por vencido, sino que, aun después de acordada la guerra y de haber sido nombrado general juntamente con Alcibíades y Lámaco, todavía en otra junta habló y procuró hacer revocar el decreto, poniéndoles a la vista los inconvenientes; y aun excitó sospechas contra Alcibiades, indicando que con miras de ambición y de utilidad particular trataba de envolver a la república en una guerra difícil y ultramarina; pero estuvo tan lejos de adelantar nada, que antes, teniéndole con esto por más a propósito, a causa de su inteligencia y de su nimia previsión, que contrastarían muy bien con la osadía de Alcibíades y la prontitud de Lámaco, dieron a su elección mayor firmeza: porque, levantándose Demóstrato, que era el orador que más inflamaba a los Atenienses para aquella expedición, dijo que él haría callar a Nicias; y escribiendo un decreto por el que se daban a los generales plenas facultades para resolver y ejecutar acá y allá cuanto les pareciera, hizo que el pueblo lo sancionase.

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