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Habiendo recibido Nicias este golpe, no inesperado, se quejaba de la precipitación de Demóstenes; y éste, después de haber pretendido excusarse, fue de parecer que debían retirarse cuanto antes, pues que ya no debían de venirle nuevas fuerzas, ni con aquellas podían vencer a los enemigos; y aun cuando los vencieran, siempre había de ser preciso abandonar aquel terreno, contrario y enfermizo en todo tiempo, según se les informaba, para un campamento, y entonces mortífero, como lo estaban viendo; hallábanse, en efecto, a la entrada del otoño, tenían muchos enfermos y todos estaban abatidos. Resistíase Nicias a la propuesta de la retirada y del embarque, no porque no temiese a los Siracusanos, sino porque temía más a los Atenienses, sus juicios y sus calumnias: “Porque aquí- añadió- no espero nada de muy adverso; y aun cuando sucediera, prefiero recibir la muerte de los enemigos que no de mis conciudadanos”; al contrario de como pensó más adelante León Bizantino, que dijo a los suyos: “Más quiero morir de vuestra mano que con vosotros.” En cuanto al punto y país adonde trasladarían el campamento, dijo que ya deliberarían con más sosiego. Dicho esto, Demóstenes, como le había salido tan mal su primer dictamen. no insistió más en el que proponía, y los otros colegas, pareciéndoles que Nicias, por esperar y confiar en los de adentro, resistía el embarque con tanto tesón, convinieron al fin en su parecer. Mas como hubiesen recibido los Siracusanos otros refuerzos, y se agravase la enfermedad en los Atenienses, el propio Nicias condescendió en la retirada y dio orden a los soldados de que estuvieran prontos para embarcarse.

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