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El que manda en una ciudad que tiene ideas de virtud, y es el primero en poder, no debe dar lugar a los malos, ni poner la autoridad en manos no ejercitadas, ni confiarla a quien no merezca confianza, que fue lo que Nicias ejecutó, colocando él mismo al frente del ejército a Cleón, que, fuera de su gritería y desvergüenza en la tribuna, por lo demás en nada era tenido en la ciudad. No alabo en Craso el que en la guerra de Espártaco hubiese consultado más a la prontitud que a la seguridad para dar la batalla, sin embargo de que interesaba su ambición en que no llegara Pompeyo y le arrebatara su gloria, como Mumio quitó a Metelo de las manos a Corinto; pero lo que hemos dicho de Nicias fue del todo extraño e indisculpable. Porque no cedió al enemigo una ambición y un mando rodeados de esperanzas y de facilidad, sino que, viendo el gran peligro de aquella expedición, por ponerse a sí mismo en seguridad, miró con abandono los intereses de la república. No así Temístocles, que, para que en la Guerra Médica no mandase un hombre ruin y sin talentos y perdiese la ciudad, a costa de su dinero le hizo desistir de la empresa; ni Catón, que, previendo que el tribunado de la plebe había de dar mucho en que entender y acarrear peligros, por lo mismo, en servicio de la república, se presentó a pedirlo. Mas Nicias, conservando el generalato mientras se trató de Minoa, de Citera y de los infelices Melios, cuando tuvo recelo de haber de contender con los Lacedemonios, desnudándose de la púrpura, y entregando a la impericia y temeridad de Cleón las naves, el ejército, las armas y un mando que requería una consumada inteligencia, no fue de su gloria de lo que hizo entrega, sino de la seguridad y salud de la patria. Por lo mismo, cuando después tuvo que hacer la guerra a los Siracusanos contra toda su voluntad y sus deseos, pareció que quería privar a la ciudad de la adquisición de Sicilia, no por reflexión de lo que convenía y debía hacerse, sino por desidia y flojedad suya. Lo que en él arguye mucha rectitud es el que nunca dejasen de nombrarle general como el más inteligente y más capaz, a pesar de la oposición y resistencia que oponía, mientras que Craso, que siempre se andaba presentando para aspirar al generalato, no tuvo la dicha de alcanzarle sino para la guerra servil; y eso por necesidad, a causa de estar ausentes Pompeyo Metelo y los dos Luculos: sin embargo de que aquella era la época de su mayor autoridad y poder; y es que, según parece, aun sus más apasionados le reputaban, según el cómico, Hombre útil y apto para todo, fuera del ejercicio de las armas: cosa que no les estuvo bien a los Romanos, a quienes hicieron violencia su avaricia y su ambición. Porque los Atenienses enviaron a la guerra, contra su voluntad, a Nicias; y Craso llevó forzados a los Romanos; viniendo por éste la república a grandes infortunios, y por la república aquel.

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